Vargas Llosa y Obrador
Opinión

Vargas Llosa y Obrador

Jaque mate

Mario Vargas Llosa no mencionó a Andrés Manuel López Obrador por nombre, pero sí advirtió del posible “retroceso” para México de construir una “democracia populista y demagógica… ¿Van a ser tan insensatos los mexicanos teniendo el trágico ejemplo de Venezuela de votar por algo semejante?”

La llamada de la tribu, una autobiografía intelectual, el autor, quien calificó al PRI en los años ochenta como una “dictadura perfecta”, dijo ahora que tiene “esperanza de que haya lucidez en México, ante el populismo, la demagogia y las recetas fracasadas como en el caso de Venezuela, donde el 90 por ciento quisiera salir de esa sociedad frustrada”.

López Obrador sí respondió con nombre y apellidos y afirmó que Vargas Llosa es “Un buen escritor, pero un mal político”. No quiso hacer más declaraciones: “Es todo lo que voy a decir, no estoy para caer en provocaciones, no me voy a enganchar. Es amor y paz”.

Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de López Obrador, no se quiso quedar en ese amor y paz, y reviró sobre las declaraciones de Vargas Llosa: “Es una vergüenza… es una intrusión viniendo de un extranjero y es una muestra de ignorancia viniendo de un dogmático”.

Considerar que una declaración de Vargas Llosa constituiría una “intrusión” indebida de un extranjero en la política de nuestro país establecería, por supuesto, una censura inaceptable en estos tiempos de globalización. De hecho, haría imposibles todos los comentarios críticos que se han hecho en México contra Donald Trump.

La verdad es que no sabemos si López Obrador sería un nuevo Hugo Chávez o no. El candidato ha declarado en múltiples ocasiones que él no conoció a Chávez ni conoce a Nicolás Maduro, aunque sí ha expresado su admiración por Fidel Castro. Su relación personal con Chávez o Maduro, sin embargo, es irrelevante. Lo importante son las políticas públicas que podría aplicar como presidente.

En Morena y en el Partido del Trabajo hay personas y grupos que abiertamente han señalado su admiración por los regímenes de Venezuela y de Corea del Norte. López Obrador parece más moderado. El proyecto de nación presentado en septiembre del 2017 no busca grandes expropiaciones ni la aplicación de un régimen radical. Ya no promete, por ejemplo, despojar a las empresas petroleras de las concesiones que hayan obtenido al amparo de la reforma energética, pero sí quiere echar para atrás una reforma educativa que ha recuperado el control de la educación pública de las manos de un sindicato corrupto y politizado.

Hay quien ve a López Obrador más como un Lula que como un Chávez. Lula logró impulsar programas sociales durante sus dos gobiernos en Brasil sin recurrir a las expropiaciones o intervenciones en la economía que hizo Chávez. Sacó a millones de personas de la pobreza, pero no podemos cerrar los ojos ante el hecho de que al final su programa fracasó. No me refiero a la corrupción que generó y que lo alcanzó también a él. El problema fue que el costo de sus programas sociales resultó insostenible y se reflejó en la crisis económica y de empleo que le costó el cargo a Dilma Rousseff, su sucesora.

No hay forma de saber si López Obrador sería un gobernante populista y demagógico. Lo que sí sabemos son los costos que los gobiernos populistas y demagógicos tienen sobre un país.

Twitter: @SergioSarmiento

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