Erradicar la democracia
Opinión

Erradicar la democracia

Jaque Mate

Una de las características del pensamiento liberal ha sido siempre la convicción de que la democracia es el mejor método para elegir a los gobernantes. Benito Juárez lo expresó así: “La democracia es el destino de la humanidad; la libertad, su brazo indestructible”. Muchos pensadores en la historia, sin embargo, han expresado dudas. Aristóteles, quizá el primer filósofo político, escribió: “Las polis degeneran en democracias y las democracias en despotismos”.

En México nuestra experiencia con la democracia ha sido muy breve. No tuvimos procesos democráticos en el siglo XIX. Juárez llegó al poder en 1857, no por una elección, sino por la renuncia del presidente Ignacio Comonfort; fue electo finalmente en 1867 y reelecto en 1871, pero en procesos que no pueden considerarse verdaderamente democráticos. En 1871 la población mexicana era de 9 millones de habitantes, pero Juárez ganó la elección con sólo cinco mil 837 votos, frente a tres mil 555 de Porfirio Díaz, quien hizo campaña con la bandera de la no reelección; Díaz protestó el resultado y dijo que Juárez había perpetrado un fraude electoral.

Las leyes entonces únicamente reconocían el derecho al voto a los ciudadanos con bienes raíces, pero esto eliminaba del padrón a la mayor parte de la población. Incluso la elección de Francisco Madero en 1911 resulta cuestionable: Madero ganó con 19 mil 997 votos, en un país que tenía 15 millones de habitantes. Obtuvo además 99.3 por ciento de los sufragios, una mayoría inverosímil. Los violentos años de la Revolución llevaron posteriormente a la creación de un régimen de partido único que generó estabilidad, pero no democracia.

México no experimentó la prueba de fuego de la democracia, la alternancia de partidos en el poder, hasta 1997. Con la creación del IFE, que después se convertiría en el INE, un árbitro ya independiente, y la reforma de 1996, que estableció reglas más equitativas en el gasto de los partidos, empezó la alternancia. Ese año los partidos de oposición derrotaron por primera vez al PRI en elecciones intermedias. En el 2000 se registró el primer triunfo en la historia de un candidato presidencial de oposición frente al partido en el poder. Ya con el IFE y el INE la alternancia se ha convertido en costumbre. De cuatro elecciones presidenciales desde el 2000, tres han sido ganadas por partidos de oposición. En estados y municipios, la oposición ha triunfado en el 70 por ciento de las elecciones. Hoy tenemos una verdadera democracia y la prueba es la alternancia.

Quizá ese es el problema. El presidente ha lanzado una campaña para modificar las leyes electorales, pero no para resolver los problemas evidentes del complejo sistema que tenemos, sino para favorecer a su partido. Pretende también dejar sin recursos y personal al INE, al que considera perpetrador de fraudes electorales. Si esto fuera cierto, sin embargo, los triunfos de Morena en las elecciones de 2018 y 2021 habrían sido producto de fraudes, pero es claro que no lo fueron.

El objetivo de la reforma de AMLO no es fortalecer la democracia, sino enterrarla. La democracia garantiza la posibilidad de la alternancia, la cual es positiva para un dirigente de oposición, como lo fue López Obrador, pero se convierte en negativa cuando uno tiene ya el poder.

No, AMLO no quiere enmendar la legislación electoral para construir una verdadera democracia. Quiere erradicar la democracia para asegurar que su movimiento permanezca en el poder de manera indefinida.

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