El chivo y el sancho
Nuestro mundo

El chivo y el sancho

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La palabra “chivo”, como sinónimo de dinero para el gasto familiar, sigue sonando con naturalidad en nuestra comarca. Se usa sin prejuicios, como una herencia que se puede dilapidar sin prevenciones porque es inagotable. Algunas palabras se deterioran y desaparecen de modo lento, sin que el hablante lo perciba, no es el caso de chivo en su sentido de gasto doméstico.

Tal uso lleva intención de burla y aun autoburla. No es raro escuchar a un asalariado o a un trabajador informal, ya tengo para el chivo; ya saqué para el chivo. Cuando un hombre le pregunta a otro, refiriéndose al salario, cuánto das de chivo, en sentido recto le interroga sobre la cantidad que aparta para el gasto familiar; pero en sentido figurado inquiere, con una burla que de tan convencional no es hiriente, cuál es el monto que destina para el amante de su mujer. Repito, en sentido figurado.

El chivo, como gasto en la familia y en la casa, quizá lo explique la fama que tienen los chivos o carneros de ser dueños de un frenético ímpetu en su libido. La lascivia de este caprino se encuentra en el origen de un arte de mucha aceptación social: el teatro griego.

En la antigüedad griega fueron oficio religioso las representaciones dramáticas que son ahora un modo de esparcimiento. El vocablo tragedia, en el arte de Talía, viene del griego tragodía, que se puede entender como canto del chivo; literalmente, dicen las historias del teatro: “canto del cabrón”.

Tragodía era el himno que se entonaba durante el sacrificio de un chivo, como parte del rito dedicado a Dioniso, dios del vino desde el cultivo de la viña hasta el desenfreno de la embriaguez. Este dios era representado con figura masculina pero con cabeza de macho cabrío, corona de ominosos cuernos, y patas del mismo animal. Las fiestas dionisiacas eran de frenesí sexual.

Lo anterior es aplicable a otra palabra que actúa como sinónimo de chivo y también se emplea de modo despreocupado, “sancho”. Con suficiente frecuencia se escucha la aplicación de la palabra sancho para referirse al amante de una mujer. Cuánto das para el sancho, puede ser la pregunta de un asalariado a otro, por supuesto en broma. En la convencionalidad lingüística del interrogador y del interrogado funciona un triángulo pasional, quizás, hipotético. No siempre es real que exista el tal sancho ni es tampoco real que el interrogado le aporte una cuota.

No estoy descubriendo el chivo negro. En los ámbitos académicos no es ignorado el constante empleo de “sancho” con la orientación semántica que implica infidelidad amorosa, sexual. El Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua dice que con el sentido de “amante de una mujer casada”, sancho es voz “propia del español de México”. Por otro lado, la Asociación de Academias de la Lengua Española, en su Diccionario de americanismos, informa que sancho es un mexicanismo y lo define: “Amante de una mujer casada.”

En torno al tema, el Diccionario de la Real Academia española dice que sancho viene de “sanch, voz para llamar al cerdo”. Esto sí suena un tanto degradante si se imagina a una mujer llamando a su donjuán, a su Casanova. Y para abundar cito al Diccionario Porrúa de la Lengua Española que define a sancho como carnero de cualquier edad.

Como dato final, la Academia Mexicana de la Lengua, en su portal de consultas, ofrece un artículo titulado “¿Por qué se le dice sancho a un amante?” Allí desarrolla la vinculación de ese término con la voz cabrón (se puede leer chivo), que es “el que consiente el adulterio de su mujer”.

En términos populares el carnero es el chivo y con uno u otro nombre el animal en cuestión fue dotado por la naturaleza con los infaustos cuernos. Así que la asociación de imágenes lleva a entender por qué al aporte económico del noble proveedor se le llama chivo.

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