Alberto Bojórquez
Cine

Alberto Bojórquez

Mujeres reales en el cine mexicano

Hay de mujeres a mujeres en el cine mexicano, por un lado las que son retratadas como cotidianamente son, y por otro, a través de personajes artificiales.

Un ejemplo es el personaje de abuelita interpretado por Sara García que nunca se cansó de sobajar a sus nietos, entre ellos al estelarizado por Pedro Infante; mimado, pero jalado de las orejas cual chiquillo indefenso por más botas y cinturonsazo que se cargara. En resumen, se trata de un exagerado personaje femenino.

Por ejemplo, en el videohome Luna de hiel del director Paco del Toro, vemos a una suegra interpretada por Magda Vizcaíno que se pasa de mala persona con su nuera (Leticia Perdigón) y le fomenta a su hijo (Miguel Ángel Rodríguez) el machismo mexicano a través de excesivas condescendencias y concesiones. Sus estrategia se vuelca en mantener a su retoño a su lado a como dé lugar, bajo la idea de que primero está la madre que la esposa.

PERSONAJES MÁS REALISTAS

Alberto Bojórquez (1941-2003) fue un director que supo sensibilizar a las audiencias con roles más realistas que los citados líneas arriba. Si de gente de la tercera edad se trata, por ejemplo, propone a la protagonista de Los años de Greta (1992) a cargo de Beatriz Aguirre. Ella no abusaba de su condición, era más respetuosa con su sobrina, esposo e hijas; familia que la acogió más por compromiso que por amor: Nora (Helena Rojo); Gustavo (Pedro Armendáriz Jr.); Norita (Evangelina Sosa) y Piloncito (Alejandra Cerrillo).

Escenas comunes como creíbles, las lagunas mentales que padecía Greta al punto de deambular en la calle sin recordar cómo regresar a casa.

Los ronquidos, achaques y necesidades de Greta, hicieron que la familia la reubicara al cuarto de servicio, así como mueble en desuso; para tiempo después celebrar en silencio y disimuladamente el que se fuera a vivir con una amiga nueva: Gloria (Meche Barba) también de la tercera edad, aunque unos años menor. La promesa fue que se harían compañía mutuamente.

Ya en su nuevo hogar, Greta es animada por Gloria para que reactive su vida sentimental, porque para el amor no había edad, idea descabellada para Greta.

El director de esta cinta, supo mover en el espectador esa satisfacción al ver un cambio en la calidad de vida de Greta, al poner énfasis en su estado anímico ante las ocurrencias de su amiga que aunque gustaba del trago, no podría decirse que era alcohólica, y como en una atmósfera de alborozo, Bojórquez nos muestra lo que otros directores suponen desaparece con la edad.

Greta, es un nombre que podría denotar fuerza y carácter y en este caso no es que no lo tuviera; pero con los años sufre el declive de sus facultades y su condición física la hacen convertirse en una persona dependiente.

Historias de mujeres en sus años mozos, hay infinidad. Tramas como la de Los años de Greta, hay pocas y Alberto Bojórquez nos expone con este filme los sinsabores y las alegrías de la vejez, muy apegados a la realidad.

Años antes, en Adriana del Río actriz (1978), el director nos adentraba en el mundo de la farándula pero no de la forma en que muchas veces es ejemplificada, con esas historias de oropel y triunfo final, luego de que una soñadora de tantas se convierte en una estrella rutilante; gracias al descubrimiento azaroso por parte de un productor famoso.

No, la cinta protagonizada por María Teresa Álvarez es cruda. Al inicio se le ve de extra en una película del viejo oeste, en una escena con Jorge Rivero. Se plantea la importancia de la elección de un nombre artístico para estos menesteres, un nombre rimbombante y que resuene más que un simple Teresa Martínez, su nombre de pila o un Petra Sánchez, como lo menciona en tono de burla una consejera con la que se topa. De ahí nace Adriana del Río.

Sea como Teresa o como Adriana, la protagonista no da pie con bola ni como extra. A veces coincide en los rodajes y fiestonones, con su entrañable amiga interpretada por Rosalía Valdés.

Hablando de fiestas, Alberto Bojórquez en un ejercicio documental, nos mete a los espectadores a los mismísimos premios Heraldos, lo mejor del cine nacional, del teatro, la televisión; la música y los deportes; conducidos en esa ocasión por Héctor Bonilla y Silvia Pinal, a donde acude Adriana de la mano de su representante.

Y es así que en Los Heraldos vemos al lente enfocando casi furtivamente, a artistas en el camino de la consagración, como Alma Muriel; Ana Luisa Peluffo; Susana Dosamantes; Lucha Villa; Marco Antonio Muñiz; Merle Uribe; Enrique Novi y una Hilda Aguirre despampanante, brillando en la pista de baile con un atuendo que no deja casi nada a la imaginación. Mientras tanto, el manager de Adriana, aprovecha para presentar a esta con diferentes personalidades, mesa por mesa. A ella, con cigarrito en mano en todo momento, se le ve fascinada por ese mundo en donde desea ser reconocida y sin empacho y muy aventada, se pone a pedirle oportunidades de trabajo a uno que otro director como Arturo Ripstein, en una de las salas de estar.

En otro momento, Alberto Bojórquez lleva de la mano al espectador a las grabaciones de un comercial televisivo de pollo frito en un parque, con la clásica familia que pasa una tarde de picnic. Adriana ya está harta no sólo de hacerla de extra de filmes, sino también de participar en anuncios sosos y su rostro todo desencajado, lo dice. Esto no pasa desapercibido para el director del comercial, quien opta por relegarla a ser extra una vez más y volar un papalotito allá al fondo, de manera casi desapercibida. No sin antes reclamarle a su manejador el haberla recomendado y preguntarle si la razón era porque se estaba acostando con él.

Es así como Alberto Bojórquez deja entrever el tipo de relaciones que algunas veces se dan en el medio (como en muchos otros ambientes). Otra muestra de esto, es cuando Adriana por fin logra un papel con diálogos, alternando con el actor Miguel Ángel Ferriz y en locaciones en la playa de Acapulco. Es al final del día de rodaje y de participación de Adriana que el director le pide quedarse un día más con gastos pagados porque su hijo la quiere llevar a cenar.

Muy atinado cuando en un momento, su nuevo representante, interpretado por Julián Pastor; le pregunta a Adriana mientras toman unos tragos que si ella quiere llegar a ser primera actriz o estrella. “¿Qué no es lo mismo?”, pregunta ingenuamente. Y es que más que inocente o despistada, Adriana exuda candor, credulidad y hasta cierto punto ignorancia, ya que en su photobook que bajo el brazo lleva a las agencias en busca de oportunidades, lo mismo porta imágenes vestida que desvestida. De hecho una de estas últimas le abren la puerta a esa primera oportunidad. Al reclutador casi se le salen los ojos al ver la foto y en ese momento le dice a su secretaria que la chica que están buscando para el papel en la playa, ya la encontraron. Buscaban a una actriz más joven, pero Adriana supo por dónde llegarles.

En el transcurso del filme, vemos a Adriana del Río picando piedra aquí y allá, para ganarse la vida; combinando el mundo artístico, con el trabajo de cajera en un supermercado y donde uno que otro cliente ya la identificaba, como el caso del interpretado por Isabela Corona que luego de pagar sus víveres, se regresa para pedirle un autógrafo.

A Adriana se le ve participando, lo mismo en fotonovelas que en escenarios de feria como cantante “haciéndole la lucha”, como lo manifiesta con micrófono en mano y antes de entonar desentonadamente una composición de Otilia Figueroa y eso que escenas antes, se le veía estudiando canto nada más y nada menos que con la gran Amparo Montes.

La amiga y colega de Adriana se cansa de perseguir la fama y la chuleta de ese modo y prefiere casarse. Adriana no desiste y la vida y sus decisiones la llevan a hacer cabaret y finalmente strip tease, donde un borracho mano larga le colma la paciencia y por eso le estrella una botella en la cabeza.

El hecho sale en las noticias amarillistas y da pauta al fin de la carrera de Adriana. Tal vez una trayectoria como tantas, real, con momentos amargos, pero también felices y de esperanza; como cuando le pedían una que otra entrevista para hablar de proyectos medianos, de sus sueños. Sueños a los que se oponía su padre y también su madre que apenas podía creer el camino sinuoso que había elegido su hija, pero se hacía de la vista gorda con el dinero recibido para la manutención de la casa que ambas compartían con el hermano menor de Adriana, aunque tuviera que sacrificar lo destinado para vestuario.

Para finalizar este artículo que aborda el tema de las mujeres en el cine mexicano, bien valdría la pena hablar de Lo mejor de Teresa (1976). La película es estelarizada por Tina Romero, quien desde provincia emigra a la capital para intentar seguir con sus estudios universitarios.

Antes de su partida, su madre (Estela Inda) le da la bendición, aunque a regañadientes ya que ella hubiera preferido que Teresa permaneciera en el terruño, con los suyos. Es tan fuerte la convicción de Teresa que incluso renuncia a la relación con su novio, con tal de forjarse un futuro.

En la gran ciudad la reciben sus tíos Eleazar y Licha (Jorge Martínez de Hoyos y Rosaura Revueltas). Eleazar es acompañante y guía de su sobrina; mientras que Licha, mal encarada y arisca, no disimula su animadversión hacia la recién llegada.

Teresa saca sus centavitos, primero vendiendo libros. No tanto el típico casa por casa, sino que se le ve en el transporte público, ofreciendo su mercancía a quien vaya sentado a su lado. Luego cuidando a una señora de la tercera edad, madre de Aurelia (Alma Muriel) quien por andar con malas compañías, Teresa sin deberla ni temerla se ve involucrada en asuntos ilícitos; pero finalmente se comprueba su inocencia.

La película es un claro ejemplo, de lo que muchas veces la juventud tiene que batallar para salir adelante, así sea hasta repartiendo folletería de complejos habitacionales; en tardes de intenso sol, como se le ve a Teresa en algunas escenas.

Estos tres filmes: Los años de Greta; Adriana del Río actriz y Lo mejor de Teresa, son sólo una muestra de la genialidad de Alberto Bojórquez, un director que supo retratar y dimensionar a la mujer mexicana de sus tiempos.

Instagram: @alejandro.figueroa.moreno

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