La poesía infinita de Ida Vitale
Entrevista

La poesía infinita de Ida Vitale

Ser humano y mujer, ni más ni menos”.

(Poema Fortuna)

Poco más de ocho mil kilómetros separan a Montevideo, Uruguay de Monterrey, México. En línea recta y sumando 10 horas de periplo en el cielo, pasas de un lugar de playas tranquilas y harto mate, a una ciudad de tinte industrial rodeada de montañas ubicada en el noreste mexicano. Hasta ahí arriba Ida Vitale: 98 años. Traductora, ensayista, crítica literaria, poeta… ser humano y mujer, ni más ni menos.

La Feria Internacional del Libro Monterrey 2022 provoca que la reconocida autora uruguaya retorne a México. Hace cuatro años estuvo en Guadalajara para recibir el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, pero su vínculo con el país data desde 1974, tiempo en el que, ella misma expresa: México la rescató.

Yo viví, hace mucho, mis años más felices en México. México nos rescató cuando estábamos muy mal en nuestros países”, pronuncia antes de ofrecer una lectura estelar de su poesía en el marco de esta fiesta literaria.

Estaba en Montevideo, la tierra amada de Mario Benedetti, autor con el que Vitale, junto con otros (Juan Carlos Onetti, Idea Vilariño, etcétera), formó parte de la llamada Generación del 45, escritores de diversos géneros que surgieron artísticamente desde 1945 a 1950. Pero es ocho de octubre del 2022 y la Premio Cervantes (2018) está en Monterrey. Su hija Amparo Rama, quien procreó (junto con su hijo Claudio) con el ya fallecido escritor uruguayo Ángel Rama, me dice un día después de conocerlas, que el viaje entusiasmó mucho a su madre. Para ella, volver a México siempre es una oportunidad para vivir reencuentros.

Entre 1974 y 1984, la poeta se refugió en el país. Adversidades políticas la forzaron, como a otros tantos intelectuales, al exilio. En la calle Shakespeare, ubicada en la delegación Miguel Hidalgo en CDMX, se asentó junto con su esposo Enrique Fierro, ya fallecido poeta, crítico literario, traductor y profesor uruguayo, a quien Ida siempre expresó gratitud.

Amparo comparte que antes de arribar a la Sultana del Norte su madre insistió en hacer parada en “el DF”. “Me dijo: ‘te prometo que no hacemos nada en el DF sólo vamos a ver a los amigos’. Y estuvimos en casa de Marcela Rodríguez, la compositora y con el filósofo Carlos Pereda. Vinieron gente de Austin y su traductora Sarah Pollack a visitarla”.

En la década que habitó la Ciudad de México, Vitale tejió memorias irremediables. Su libro Shakespeare Palace (Lumen 2018) así lo narra. Trabajó todos los días en el Colegio de México (fundado en 1940) al lado de Tomás Segovia en distintos proyectos de traducción. Convivió con Octavio Paz, se encontró con Juan José Arreola, de quien escribió “parecía tan fuera del mundo como yo”. Entabló relación cercana con Efraín Huerta y su familia, así como con Juan Rulfo, a quien describió como un “escritor intacto e irrepetible”.

En estos, las mosaicos de su vida en México, la poeta relata casi al final del compendio: “La alegría de seguir llevando una lista en el corazón, conlleva el desagrado de no alcanzar a nombrar a todos los que hacen de México el sitió más poblado de gente querida”.

Estaba en el Uruguay, pero es ocho de octubre y la escritora está en Monterrey: una ciudad en la que, dice: “se duerme muy bien”. A sus casi 99 años, la vitalidad no sólo se le asoma en el apellido, sino en la voluntad de haber volado hasta ahí para compartirse con sus lectores. Ida Vitale es poeta, pero sobre todo un ser humano y mujer, ni más ni menos.

LA ESCALETA DE UNA POETA

Desde niña descubrió la gracia de dos palabras cuando se juntan. La tarea “inocente” de limpiar la biblioteca de un familiar una vez a la semana la hizo acercarse de forma definitiva a la literatura. De frotar los libros con una franela, pasó a introducirse en ellos. A partir de ahí, las lecturas de Ida han sido infinitas (actualmente lee más prosa que poesía).

Un poema de Gabriela Mistral (Premio Nobel de Literatura 1945) le sentenció su destino literario. Curiosamente el no entender un poema de la escritora chilena que le propusieron en el liceo (centro de enseñanza) le sembró la curiosidad ¿Qué intentaban comunicarle esos versos? La verdad se le reveló un año después e Ida se afianzó de la poesía y comenzó a comunicarse en verso. Primero escribió sonetos.

Su producción literaria, a la fecha, se torna infinita: poesía, prosa, crítica, ensayo. Su vínculo, dice la mujer de cabello aperlado, desde el principio, ha sido con la hoja en blanco. Algo de eso retrata en el poema Hojas naturales publicado en su más reciente libro Tiempo sin claves (2021)

Arrastro por los cambios un lápiz,

una hoja, tan sólo de papel, que quisiera

como de árbol, vivaz y renaciente,

que destilase savia y no inútil tristeza

y no fragilidad, disoluciones;

una hoja que fuese alucinada, autónoma,

capaz de iluminarme, llevándome

al pasado por una ruta honesta: abiertas

las paredes cegadas y limpia

la historia verdadera de las pintarrajeadas

artimañas que triunfan.

Hoja y lápiz para un oído limpio,

curioso y desconfiado.

La hoja en blanco, aliada de posibilidades infinitas que Ida interviene desde hace años con una pluma influenciada de otras almas poéticas que, sin enmienda, se manifiestan a lo largo y ancho de su obra.

El recién fallecido escritor David Huerta pronunció alguna vez que un poeta está hecho, en buena medida, por los poetas que lo precedieron. En ese sentido, en la infinita obra de Vitale, resuena el eco de poderosas voces como la de Delmira Agustini, María Eugenia Vaz Ferreira. Y la de sus dos grandes referentes, los poetas españoles José Bergamín, su profesor en Montevideo, y Juan Ramón Jiménez, a quien conoció en persona.

El propio José Bergamín, escritor legendario, escribió sobre ella en 1947: “das fuego a sombra, en la ceniza llama, /asombras si iluminas, verde rama”. Y es que Ida Vitale es un ser metafórico, pero sobre todo un ser humano y mujer, ni más ni menos.

LECTURA ESTELAR DE POESÍA

Ocho de octubre. Cintermex, Monterrey. A medio día se inauguró oficialmente la Feria Internacional de Libro. La ceremonia oficial requirió la presencia de autoridades de varios niveles del Estado de Nuevo León, así como de personajes involucrados en la cultura. El corte de listón y el recorrido oficial de los políticos asistentes invitó a los medios de comunicación al amontonamiento en busca de la mejor toma.

Ahí estaba Ida Vitale, que luego de ser ovacionada en la ceremonia de arranque, decidió perderse entre los lectores y recorrer el espacio como quien visita una feria del libro por primera vez. Poeta definitiva, casi centenaria, se mueve con agilidad envidiable. La acompaña su hija Amparo, a quien trasladan en una silla de ruedas por una lesión que sufrió en la pierna.

Ahí anda la también Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, asombrándose entre los stand que las editoriales invitadas proponen. Ignora por completo la parafernalia que siguen las cámaras de los medios y se mezcla con los transeúntes literarios, que por su llamativa sencillez (sin pretender oxímoron) pocos sacan a flote. Y es que Ida Vitale, puede ser muchas cosas, pero sobre todo es un ser humano y mujer, ni mas ni menos.

Dan las seis de la tarde y en el Auditorio C ya se forma una fila serpenteada de lectores. En una hora la escritora compartirá en voz propia algunos de sus poemas al auditorio. El grupo de seguidores se torna variado, la poesía de la uruguaya no escatima en edades.

A las siete en punto de la noche Ida aparece cargada con su poesía. Agradece que aún existan oídos que quieran escucharla. Los adeptos a su obra no tienen otra intención más que fijar la mirada en su figura y pescar, en el aire, sus palabras. “Expectantes palabras,/ fabulosas en sí, promesas de sentidos posibles,/ airosas,/ aéreas,/ airadas,/ ariadnas” (Poema La palabra).

Gratitudes de verano apertura la lectura, y el tiempo decide detenerse en esa sala. Vitale es una poeta generosa. El escritor español José Ramón Ripoll escribió que la obra de la uruguaya resume tres elementos esenciales: vida, ética y verbo. Lo que tiene de vida la poesía de Vitale, dice Ripoll, no se refiere a un sentido biográfico sino esencial, el canto de la vida misma, en su presente, que se vuelve imagen vívida y eterna. Lo que tiene de ética es aquello que la mueve a mirar al otro y darle su espacio, su ser, su dignidad. Finalmente, el verbo le brinda la clave, el puente, para aproximarse al acontecimiento poético.

Ida Vitale más un libro de poesía, y el universo se expande. Ocho de octubre de 2022, un acto literario se registra en la historia. “Muchas gracias por la paciencia, por tratar de entender lo que se oye”, pronuncia la poeta y el momento se inmortaliza, como sus palabras, en el tiempo.

En la solapa de Tiempos sin claves se puede leer que en la república universal de las letras, Vitale es una ciudadana ilustrísima, porque, además, su obra es un sonriente recordatorio moral que no cesa de hablaros.

Al concluir la lectura se abre una sesión de preguntas. Una niña es la primera en lanzar una cuestión: “¿Por qué inició su carrera?”.

Vitale responde: “Bueno….en primer lugar, nunca tuve intención de correr. Quizá mi primera intención fue quedarme siempre en el mismo punto. Nadie ve, creo yo, a la poesía como una carrera, es un estado de felicidad o de angustia. A cada uno le toca una tarea que cumplir, por suerte, creo que lo peor que debe ocurrir es no sentirse obligado a nada, es decir, no tener ninguna responsabilidad. Cuando uno escribe la única responsabilidad es tratar de hacerlo de la mejor manera posible”.

La poeta confiesa que el que la cuestionen la hace sentirse un poco útil: “uno no aspira a contestar todas las preguntas que plantea la vida. (Pero) uno sueña con que algo que diga recaiga en la cabeza o en la memoria de alguien”.

Un joven lector la alienta, entonces, a dar un consejo a los comienzan a trotar en el terreno de la poesía: “El que quiere escribir, a quien realmente le nace escribir, siente antes que nada, un desahogo. [...] o te nace o no. Nadie nace inmóvil, todos nacemos para movernos, a algunos se les da maravilla componer música, y si no pueden componer música, que para mí es el tope, puede tratar de acercarse escribiendo. Cada uno sabe cómo llegar, diré a la salvación, al placer, o a un sufrimiento que va a transformar en placer. Todos venimos a hacer algo lo mejor que se pueda. Es bueno no conformarse. Siempre estamos por debajo de la posibilidad y así nos va la vida… tratando de mejorar. Todos tenemos una tarea que hacer, sea cuidar un gato o escribir un poema, todo tiene un sentido, creo”.

El tiempo se agota y la poeta se declara agradecida: “Gracias por estar acá. Gracias por preguntar y aceptar estas torpes respuestas”.

Los entusiastas de su palabra escrita promueven una fila para obtener una dedicatoria en sus libros. Asombra ver a adolescentes cargando ejemplares de su obra poética reunida. Queda claro que para la poesía no hay edades. Los versos de Vitale resuenan en el alma de chicos y grandes. Su obra es un prodigio de lucidez y creatividad; clásica y moderna, su arte poética nada rechaza, complementa, a la vez que decanta y sobresalta, sutilmente, la lengua.

ENCUENTRO CON LOS MEDIOS

Un día después de la lectura estelar de poesía, lo medios tendrán la oportunidad de dialogar con la autora uruguaya. La cita es en un hotel que se ubica justo frente a Citermex.

La poeta llega a la reunión con evidente ánimo. Al sentarse, detecta sobre la mesa varios dispositivos listos para registrar sus palabras. Se adelanta a la entrevista y ella misma se cuestiona “¿Primera impresión?, susto...¿no faltará alguno?, creo que no voy a poder hablar con tan pocos” (risas). Es la picardía de Ida la que dicta la pauta para arrancar la charla.

Segunda acción, previene: “advierto que estoy un poco sorda”. Luego, por ahí se escucha la primera pregunta:

¿Qué tal la experiencia de ayer con sus lectores?

Pregúntele a ellos (risas). A mí me toca ser transmisora de algo que no sé como va a caer. En fin, no sé. Todavía estoy un poco en el aire, me dijeron que por suerte nos quedábamos uno, dos días más, no sé me enteraré”.

Confiesa que actualmente no escribe mucho. “Soy un bicho tranquilo, si me muevo mucho, las cosas no cuajan, en realidad no me salen los poemas de un tirón, hay que trabajar, pulir, cada uno tiene su sistema, para todo es mejor la quietud que el movimiento”.

¿Conoció a David Huerta?, cuestiona un reportero.

Sí claro, ¿David hijo? Sí, conocí a los dos, conocí al padre, no sé, lo conocí muy joven, luego no lo volví a ver, murió muy joven. Uno cuando se va de un país a la vuelta siempre tiene una sorpresa poco agradable, no sé cuando vuelva a Montevideo que voy a encontrar. Pero la muerte forma parte de la vida”.

Una pausa, luego, alguien osa a preguntar: ¿Usted piensa en la muerte?

No, está complicado vivir pensando en la muerte. Uno no se levantaría por no saber por dónde te puede caer la muerte, supongo que habrá gente más cercada por la muerte. A mí lo más grave que me pasó fue la muerte de mi marido (Enrique Fierro), que fue una gran compañía. Mis padres murieron cuando yo era muy niña. Me crié con una abuela muy mayor, cuya muerte era lógica y natural y se esperaba, pero bueno, no sé puede vivir pensando en la muerte, salvo que vivamos en una guerra, supongo que es un límite que está sabiamente previsto. Debe ser terrible vivir mucho tiempo”.

Ya alguna vez Jorge Luis Borges se lo mencionó a Juan Rulfo en una charla que el mismo pidió tener con el autor mexicano cuando visitó el país en 1973.

[…] Borges: Usted tan atento como siempre. Dígame, ¿cómo ha estado últimamente?

Rulfo: ¿Yo? Pues muriéndome, muriéndome por ahí.

Borges: Entonces no le ha ido tan mal.

Rulfo: ¿Cómo así?

Borges: Imagínese, don Juan, lo desdichado que seríamos si fuéramos inmortales. […]

En ese sentido, Ida Vitale no piensa distinto: “ya vivir casi un siglo es bastante, me considero cumplida. No aspiro a mucho más”.

Para la prensa aún no es suficiente hablar de la muerte y alguien más propone: ¿cómo quisiera morir?

No creo que nadie piense en cómo quiere morir. Más bien sería bueno morirse sin darse cuenta”.

Y después de la muerte ¿Cuál piensa que será su legado?

Qué sé yo, nunca me pregunté, supongo que uno podría ser que a alguien le sirviera algo mío que leyera pero no me planteo, y tampoco reclamo a nadie un legado”.

¿Aún le falta algo por hacer o un poema por escribir?

Mucha gente que sigue escribiendo planea o comienza con un esquema previsto, a hacer determinado tipo de poesía. Yo estoy librada a mi ocurrencia o lo que me imponga la vida. No sé, no sé...ni siquiera sé si va a sobrevivir la poesía, pienso que sí, ya lleva algunos siglos de andar por el mundo”.

¿Por qué no sobreviviría la poesía?

Como en el mundo reina más el mal que el bien, puede haber muchas formas de que algo se destruya. Bueno a veces hay cambios en determinado tipo de poesía, desparece un poco, en algún momento se avisaba el final del soneto, sin embargo, supongo, hay gente que sigue escribiendo soneto y que es una forma tan perfecta que tiene asegurado un futuro mientras a la gente le interese hacer bien las cosas o alguien creará una forma nueva...eso no lo veo muy viable”.

¿Qué significa escribir a los 90?

Lo mismo que a los 70. Ni con mayor, ni con mejor seguridad. Creo que cada poema es una aventura, que puede tener buen o mal resultado, o no darse tampoco, pero, algún día, todo se termina”.

Un reportero la cuestiona sobre qué ha significado en su oficio de poeta ir perdiendo el oído. Pero Ida antes de contestar pensando en ella, responde con empatía en el otro: “Cómo ve, un poco fastidioso para los demás, sobre todo […] (pero) a veces está bueno no oír”.

Una de las virtudes que mantiene vigentes a los poetas es su capacidad de asombro, Vitale confiesa a la prensa que aún la conserva: “Todavía hay muchas cosas que me asombran, quizá en este momento que haya tanta gente acá”.

¿Qué hace necesaria a la poesía?, cuestiona otra reportera.

Para cada persona hay una respuesta, cada uno, cada alguien, busca algo en la poesía, distinto. Por lo menos lo que yo busco es una responsabilidad, un continuar o un romper pero con responsabilidad, con consciencia, con suerte, también, para lo que se intenta, resulte necesario o útil”.

Ida Vitale nació el dos de noviembre de 1923, próximo su cumpleaños, la pregunta que cierra el encuentro con la prensa es, ¿Cómo piensa la poeta festejar sus 99 años de vida?

Olvidándolos… es la mejor manera”…

La uruguaya agradece el momento y vuelve a disculparse por el estado de su oído. Da tiempo para fotografías y firma uno que otro libro.

Al salir de la sala, la escritora sigue platicando con algunos fotógrafos que, no se sabe si son ellos, o ella los que dirigen la caminata a la terraza del hotel desde donde se puede admirar un pronunciado Cerro de la Silla. Ida se admira, y desde lejos veo que revolotea las manos. Y es que, parafraseando un poco al escritor Léon Daudet sobre lo que pensaba él de los poetas: Vitale es una mujer que ha conservado sus ojos de niña.

Amparo, su hija, la aguarda en el lobby. A ella manifiesto la inquietud de seguir charlando un poco con su madre: “No te preocupes. Ahorita la sentamos para que puedas hablar más con ella”.

Luego de apreciar el cielo de Monterrey, la poeta entra. El viento ha jugado un poco con sus intensos cabellos blancos.

Mami, mami. Ven, ven. Siéntante, ella quiere hacerte más preguntas”. Ida Vitale sin demora acepta. Es poeta, pero sobre todo un ser humano y mujer, ni mas ni menos...

¿Cómo ha sido el vínculo de su vida con la poesía?

Me preguntas si tuve lectores, no sé (risas). El vínculo era con el papel. Después un día publiqué o me publicaron, no hay un marco muy organizado para cómo se me empieza a escribir. Es cuestión de suerte, de pronto.

El no entender un poema de Gabriela Mistral la hizo entrar al misterio de la poesía…

A veces uno responde a un problema que se le plantea, a veces no. Supongo que me interesaron los poemas de Gabriela porque cuando estaba en tercer año de liceo nos visitó en la escuela, la llevaron. Me impresionó mucho la figura de Gabriela, tengo la impresión de una mujer toda gris, vestida de gris, los ojos grises, el pelo gris, muy sonriente, muy agradable, pobre mujer, la pasearon de clase en clase. Ya luego hubo algún profesor que nos hizo leerla. La poesía de Gabriela tiene eso que es muy clara, pero también muy sugerente. Era la gran poeta americana sin duda alguna.

El concepto de la memoria es uno muy recurrente en su poesía, ¿el poema es una oportunidad para hilvanar los recuerdos?

Me imagino que cada uno va atesorando lo importante. Los que tienen más memoria recuerdan lo bueno y lo malo, lo importante, lo no importante. Sí, la poesía puede ayudar o también alimentarse de eso, hay gente que mira más hacia el pasado, otros que miran más hacia el futuro si el pasado no los conforma, cada uno se maneja con eso, sea poeta o no poeta, escritor, o no escritor, nadie puede prescindir de la memoria.

¿Qué significa para usted haber pertenecido a la Generación del 45?

Que no pertenecí a otra (risas). Nunca tienes en cuenta la generación, puedes apoyarte o sentirte muy cómodo con un poeta de tu misma generación o no, o un poeta que sea también uruguayo, o de cualquier lugar. Nada se da en bloque y nadie responde igual a lo mismo.

Cuando conoció al escritor Juan José Arreola, escribió en Shakespeare Palace: “parecía tan fuera del mundo como yo” ¿Por qué pensó eso?

¿Lo dije de Arreola? Bueno, sí, o no, de repente Arreola estaba muy bien situado dentro de la literatura mexicana, y por eso estaba un poco acosado, todos le iban a preguntar a Arreola, era muy agradable persona, pero trataba de eludir a las multitudes. No sé qué era lo que me habías preguntado y si te lo contesté bien...

Que le parecía un ser fuera de este mundo, como usted...

No sé si estaría harto de la gente que le preguntaba cosas. Era una persona que aparecía en su momento, ya lo había leído y me había parecido muy importante, trataba de no perdérmelo cuando había una actividad de él. Bueno en México, ya saben ustedes lo que es, es enorme.

¿En algún momento encontraste a Arreola y a Onetti juntos?, (pregunta su hija Amparo que nos acompaña en la entrevista)

No me acuerdo, qué sé yo. Onetti era muy callado, muy de dar respuestas críticas, y como además no salió mucho del Uruguay, supongo que debía inhibirlo un poco la prensa. Siempre tengo la sensación que en otro país, el escritor está más acosado, más obligado a responder por todos.

¿Cómo fue su etapa de periodista en México?

Divertida (risas). En México no sé si hice periodismo, en el Uruguay sí. Yo hice más periodismo en el Uruguay que en México. Bueno hay un momento que uno llega y tiene que sobrevivir, quizá haya hecho alguna cosa periodística. Cuando llegué acá (a México) estaba dispuesta a hacer lo que fuera.

En un escrito muy personal, Enriqueta Ochoa, poeta de Torreón refiere “Para mí la poesía es el hallazgo de lo insólito en lo cotidiano”. ¿Concuerda usted con esa idea?

Sí, puede ser, puede ser. No obligatoriamente la búsqueda de lo insólito, porque lo insólito, bueno, porque, por lo mismo que es insólito, no es frecuente, entonces la poesía se vería muy limitada. Más bien pienso que la gente a aprovechado a lo cotidiano en la prosa, en una novela, un cuento, a veces uno piensa ‘que raro lo que se le ocurrió’, pero lo que se le ocurrió fue registrar un momento de su vida. La poesía registra momentos de la vida sin que aparezcan en lo cotidiano.

¿La poesía puede definirse?

No, cada poesía es una cosa distinta. Quizá es una de las cosas que más varía con el tiempo. Con la poesía yo no se qué pasa que registra más el paso del tiempo. Depende para donde miré cada escritor. Se puede mirar sólo para adentro y la cosa no variará mucho.

Siempre va a quedar un poema pendiente, ¿no?

Sí, supongo que sí. A veces por pereza no se escribe (Risas). Además, es verdad que un poema es una cosa que responde mucho al surgimiento, al momento, después si no lo registras, la forma cambia, se te olvida aquello que te pareció notable. Pero nadie está dispuesto a escribir todo en cualquier momento.

Lo anterior conecta con lo que escribiera la venezolana Yolanda Pantin en su poema Frágil: La luz que cae sobre algo/ para exaltar ese algo/ que recibe la luz/ y era nada, o poca cosa,/ en la sombra, es un poema y en segundos deja de serlo.

Una corrida de toros transmitida en la televisión del lobby del hotel llama la atención de la autora uruguaya, pregunta si en Monterrey se practica esa actividad taurina “¿Tendrá plaza de toros?”. Su mirada fija en la pantalla, luego, voltea a verme, y concluye: “Pero bueno... lo único que te puedo decir es que la poesía es menos arriesgado que eso”… Ida Vitale, es una leyenda literaria viva, pero sobre todo un ser humano y mujer, ni más ni menos...

Comentarios