Las niñas bien
Cine

Las niñas bien

Mirada fílmica de una crisis financiera

Sofia: elegante, madre joven y dama de sociedad, forma parte y es líder de un grupo de amigas que enfrentarán un problema algo inusual para ellas, darse cuenta de todo lo que dejarán al perder su estatus social. ¿Será esto un juego de apariencias?

De fondo suena Me olvide de vivir de Julio Iglesias. Nos ubicamos en México en 1982, en plena crisis financiera. Un grupo de personas de nivel privilegiado no imaginan que sus vidas darán, de la noche a la mañana, un giro inesperado.

Lo anterior parece ser una historia sacada de un libro, el cual sí existe y lleva por título de Las niñas bien. Escrito por la autora mexicana Guadalupe Loaeza, es, a la fecha, una de sus obras más exitosas desde su publicación en 1987.

Se trata de una ficción nada alejada a la realidad. Nuestro país se encontraba en el sexenio del presidente José López Portillo, el cual había prometido defender el peso “como un perro”, pero que, por el contrario, dejaría a la nación en la bancarrota. Treinta años más tarde, en 2018, el suceso sería adaptado a la pantalla grande bajo la dirección de Alejandra Márquez Abella.

Tanto en el texto como en la película es posible entender las contradicciones y la forma de ver de una parte de la sociedad mexicana mediante un sobrio retrato de la burguesía del país. Se advierte un caos imperante en toda la nación, pero para los ojos de las niñas bien esto solamente pasa a un sector social que ellas desconocen por completo. La preocupación más grande de nuestro personaje principal Sofia (Ilse Salas) es que todo salga bien en su fiesta de cumpleaños en su residencia ubicada en Las Lomas, pero….de pronto, una mariposa negra irrumpe en la escena ¿Será esto un presagio de lo que se avecina?

RETRATO DE UNA CRISIS FINANCIERA

Con tintes de melodrama y comedia, entre la realidad y la ficción, la película es protagonizada por Ilse Salas, Flavio Medina, Cassandra Ciangherotti, Paulina Gaitán, Johanna Murillo, entre otros. Mediante sus interpretaciones cómicas nos acercan a “la tragedia” que viven “las niñas bien” al tratar de mantener un estatus social que poco a poco se ve amenazado, en particular, en la cotidianeidad de Sofia.

Su vida de lujos se encuentra casi en el colapso entre grandes fiestas donde rentan ponis y cuentan chistes crueles que hacen referencia a la desigualdad entre clases sociales; hay viajes, compras excesivas en el extranjero, clósets de envidia, coches Grand Marquis y mansiones, conflictos con el servicio doméstico y vidas arrogantes. Todo esto se esfuma y comienza el terror y el suspenso en la forma de encontrar un salvavidas para que sus amistades no se percaten de lo que sucede. La confrontación resulta evidente cuando sus cuentas bancarias comienzan a vaciarse y su tarjeta es declinada. En la pretendención de mantener una vida acomodada resulta inescapable la falta de agua, la ausencia progresiva del servicio doméstico, la imposibilidad y el rechazo al no poder renovar sus membresías al club; entre otras cosas que no existían en su realidad inmediata.

La película retrata el privilegio de las señoras de sociedad que su más grande preocupación es ir al club a jugar tenis y hablar de los costosos obsequios que les dan sus maridos, esto nos muestra a su vez un machismo imperante, un entorno en el que la mujer cree que los negocios y el trabajo fuera del hogar es cosa que sólo los hombres pueden y deben hacer.

En la otra cara de la moneda nos encontramos con los personajes masculinos que se muestran más bien oprimidos, ya que no pueden mostrar emociones, ni preocupación ante lo que sucede, además de responsabilizarles de perder el control total sobre el poder adquisitivo de sus familias.

Asimismo observamos a este grupo de “amigas”, las cuales mantienen conversaciones centradas en críticas y puñaladas por la espalda a las ausentes. La directora muestra la cara compleja de la hipocresía, al encuadrar a este peculiar grupo de amigas fingir aceptación ante los gustos de una nueva chica, los cuales no son afines a ellas, pero de la cual pueden sacar provecho. De forma sutil, los insultos están disfrazados más bien de halagos, mismos que dejan entrever señales evidentes de clasismo y racismo. De esta situación se deriva una frase bastante graciosa e icónica, pero con evidentes tintes de rechazo “No digas provechito”.

De inicio a fin un amor platónico por Julio Iglesias, ídolo de la clase alta en los ochenta, es su gran fantasía. Sofia sueña con pasar una vida con el cantante, lo cual, la ayuda a tranquilizarse y tener una utopía de una vida diferente lejos de la realidad que vive. Este declive emocional que ya vivía por la rutina, se eleva aún más por la crisis que atraviesa; una situación que sufre silenciosamente para no causar alboroto ante sus cercanos pero que probablemente viene desde su niñez al percatarnos de la ausencia de cariño familiar y en la relación con sus hijos, carente de afecto maternal. Julio Iglesias es su vía de escape en momentos donde la situación se le sale de las manos y se siente abrumada.

Aunque la trama se ubica varios años atrás podemos ver una sociedad que no ha cambiado mucho: la elite continua con este tipo de vida y la tan marcada desigualdad social está cada vez peor en un país en el que las cosas han mejorado a su manera. Este relato acerca de una crisis financiera pareciera ser parte del pasado, sin embargo, tal vez no estamos lejos de un futuro en el que pueda suceder algo similar ante tan voraz inflación y crisis post pandemia, la cual esperemos pertenezca a un libro de ficción y no a una realidad latente.

El filme nos posibilita ponernos en los zapatos de estos personajes privilegiados y sentir empatía al darnos cuenta de que les resulta casi imposible lidiar con una crisis en varios sentidos como lo es económica, política y social. Donde no se les educó para ponerse a pensar en las carencias, donde por más mínima imperfección su estatus se viene abajo y no existe un respaldo de ese círculo social que se pertenecía.

A la par, Daniela Ludlow, nos ofrece una fotografía sobria y elegante, la cual nos ayuda a adentrarnos en esta sociedad burguesa. Hace énfasis de una manera muy peculiar a la vanidad, de cómo se pasa de un lugar elegante al descuido, símbolo del caos en el que viven los protagonistas. Aprovecha también el recurso de la directora de emplear creativamente el recurso de la voz en off, y de manera visual nos invita a la mente y los pensamientos de Sofia (Ilse Salas) y que a su vez nos ofrece detalles visuales para complementarlo: los close-up en momentos claves donde destaca la vida de las niñas bien llena de lujos y comodidades, así como las señales que nos dan de preocupación y estrés. A todo esto debemos agregar la música utilizada que nos hace sentir la desgracia y crisis mental por la que pasan nuestros personajes, claro, sin dejar de lado la participación de la música del español Julio Iglesias.

Para concluir todo este giro inesperado en la vida de las niñas bien, Sofia se ve obligada a aceptar esta nueva realidad dejando a un lado la idealización de su estatus anterior y hallar una nueva etapa. Tener una nueva mirada a lo que están afrontando su familia en especial su marido y ella, juntos en las buenas y las malas, amortiguando colapso que su matrimonio sufrió, pero manteniéndose juntos y jugando un papel de observadora antes los negocios de su marido, siendo excluida en lo que concierne al tema. Y donde hasta el último minuto vemos símbolos representantes a la trama.

Con una gran aceptación ante críticos y público en general, fue proyectada por primera vez en el Festival Internacional de Cine de Toronto, en la LXI edición de los Premio Ariel. Ganó reconocimiento en las categorías de mejor actriz, mejor música, mejor vestuario y maquillaje.

Cabe mencionar que en esa edición se competía con producciones multinominadas como Roma, Museo y La camarista. La crítica la describió con un enunciado: “Para espectadores sutiles y mujeres sin prejuicios.”

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