Quebranto
Cine

Quebranto

Encuadres que rescatan la vida de una actriz transgénero

Quebranto, estrenada en el 2013, es un documental sobre la vida de Coral Bonelli, cuyo nombre real es Fernando García Ortega, actor infantil nacido en 1963 mejor conocido como “Pinolito” y por su paso en el teatro de revista y su transformación transgénero iniciada en los años 90.

El material recorrió diversos festivales de cine, como el de San Sebastián, Guadalajara y Morelia y cosechó varios reconocimientos.

Fernando García Ortega es memorable por su debut, a los 11 años de edad, en la película de corte dramático Fe, Esperanza y Caridad (1974) que consta de tres capítulos o historias: Fe, del director Alberto Bojórquez; Esperanza, de Luis Alcoriza y Caridad, de Jorge Fons. Más específicamente, su participación es en el tercer segmento en donde los actores Katy Jurado y Pancho Córdova la hacían de sus padres, interpretando a una familia de clase paupérrima habitantes de las periferias marginadas de México.

Fiesco incluye en este documental aquella escena dramática de Caridad, en donde una veintena de niños mugrosos jugando al fútbol, entre ellos el escuálido hijo de Eulogia se da de moquetazos con su regordete compañero (interpretado por Patricio Pereda) pelea provocada por culpa de la llegada de un auto con chofer propiedad de una altruista y pudiente viejecita interpretada por Sara García que les arroja desde la ventana monedas a manera de limosna, mismas que van a dar al lodo y charcos, acción que genera una competencia entre los niños, que quieren echarse a la bolsa las que más puedan.

Los pequeños Fernando y Patricio habían hecho amistad, pero Jorge Fons les diría… “Aquí yo no quiero que sean amigos, yo quiero que se rompan la madre…” Y en efecto, Coral Bonelli muestra, en el documental, la marca que le quedó en la frente de esa pelea tan real como la pedrada recibida.

Fiesco rescata esas y otras escenas de películas de Fernando de quien luego en los créditos fílmicos aparecería como “Pinolito”; tal es el caso de El hijo de los pobres, del director Rubén Galindo (1975) protagonizada por Estela Núñez y Cornelio Reyna. Flashazos del pasado que la misma Coral Bonelli y su madre, la también actriz Lilia Ortega “Doña Pinoles” con 80 años cumplidos; siguen recordando a través de cintas VHS de esas películas que atesoran como muestra de sus glorias pasadas.

TOQUE COTIDIANO

La película llega a cautivar desde el principio por lo cotidiano de sus escena. Para empezar Coral Bonelli con su cabello teñido de rubio contrastando con lo rojo de su mandil de plástico, en una actividad tan común como es restregar la ropa en un lavadero y ponerla a secar en la azotea del viejo edificio que habitan en la capital a un lado de la plaza Garibaldi. Esos emblemáticos tendederos delimitados entre uno y otro por malla ciclónica y amplias vistas del paisaje urbano.

Coral padece diabetes y resignada, habla de lo rutinario de sus chequeos médicos.

Lo habitual de hacer huevo a la mexicana para el desayuno y las infaltables tortillas y café, mientras Coral y su madre hablan de que si ya fueron o no a misa. Otra escena tan común, como lo es el ir al panteón a visitar la tumba de su padre Pedro García Ortega y de ahí hablar de su trayectoria frente al actual Teatro Blanquita para rememorar el año 1985 y, contestar la pregunta, como dice Chico Ché en su canción, Dónde te agarró el temblor”. A él lo agarró en la época cuando formó parte del ballet de Milton Ghio (de 1983 a 1989).

El director entremezcla todas esas anécdotas con fotografías en blanco y negro de “Pinolito” y su andar por el medio artístico, así como tomas modernas de una ciudad con sus tantísimas nomenclaturas como la de la Calle Mina y Lázaro Cárdenas o edificios como la torre Latinoamericana.

Coral participó en caravanas artísticas junto con Lilia, fue fonomímico, imitador del cantante Raphael y de ahí saltaría al mundo del cine por un buen periodo en los años 70, pero al acabarse las oportunidades con el surgir el cine de ficheras donde ya no encajaba; fue torerito y luego en su juventud bailarín de Los Imperio, importante grupo de coreógrafos para artistas, obras de teatro, cabaret, musicales y presentaciones de La Sonora Santanera; el “Rey del mambo” Dámaso Pérez Prado y hasta el payaso Cepillín.

LA FUERZA DE LAS INSTANTÁNEAS

Con una riqueza visual de fotos, Fiesco nos remonta a esa época donde Fernando García participó en varios eventos y shows acompañado también de estrellas y vedettes como Lyn May; con sus atuendos estrafalarios, vistosos, coloridos, entallados y cargados de lentejuela y plumas al por mayor, como en Bellas de Noche. “El teatro Blanquita con llenos totales”, cuenta en pantalla una orgullosa Coral.

De ese lugar, que desde los años 60 y hasta la fecha han desfilado innumerables artistas, el director muestra que Coral sigue activa en esto de las coreografías, aunque ya no rodeada de la faramalla y espectáculo, sino en una modesta estética fungiendo en ese mismo espacio como maestra de baile para quinceañeras. En la escena se le ve marcando el paso a los chambelanes.

La versatilidad de Coral se advierte por el anuncio colocado afuera del establecimiento, donde se lee que también se dan clases para bailar salsa, jazz y rock.

Otra toma ya entrada la tarde, en la misma estética; Coral y dos bailarines ponen en práctica una coreografía completa, aprendida hace 20 años.

MOMENTO ÍNTIMO

Una escena muy original es la de Coral acompañada por su mamá en la cocina. Esta última maquillada a más no poder. Sentadas hablando muy de cerca frente a la cámara y como fondo una estufa vieja y una pared donde se llega a notar una que otra cucaracha, de esas chiquitas que gustan de los restos de comida y cochambre.

Bonelli platica el momento cuando se plantó valiente frente a su progenitora para decirle: “Desde este momento soy Coral, ya soy mayor, lo quieras o no lo quieras… todo lo que está aquí que chingue su madre, el toro por los cuernos. Esta soy yo”.

¿Cómo o por qué surge el momento de la confesión? En una de esas ocasiones en la que llegó de trabajar sin antes haberse desmaquillado y es que lo que no sabía Lilia Ortega de su hijo Fernando es que también perseguía la chuleta, haciéndola de travesti imitando a Lucha Villa, Celia Cruz y Lupita D’Alessio.

¿La primera preocupación de “Doña Pinoles”?: El qué dirán

- “Me vale cómo me ve la gente y me voy a operar, a poner chichis”.

- “Te van a ver los vecinos”.

- “No me importan los vecinos, yo no trago de ellos…”

- “Y es que…” continúa Coral “…Yo estaba como una olla de frijoles que estaba a punto de explotar. Perdí unas cosas y gané otras. Si no lo hubiera hecho, ¡me hubiera matado!”.

Sea como sea, yo lo voy a aceptar”. “No me preocupó que se cambiara de sexo”. Afirma en pantalla Lilia Ortega, un tanto resignada.

LUGARES COMUNES

Roberto Fiesco filma oportunamente a Coral interpretando a Lucha Villa, en un restaurante cabaret y sí; tal como la cantante de ranchero conocida como “La Reina de los Palenques”; Bonelli hace su aparición ante comensales y bebedores, con micrófono en mano y muy majestuosa luciendo sombrero ancho y trajesazo blanco que hasta uno se la cree que es la mismísima Lucha.

En este filme lo cotidiano es tan palpable como el momento en que se baja el voltaje de la luz de la cocina que hasta hace pensar que está ocurriendo un sismo en plena grabación.

Si hablamos de otra escena como la del dormitorio, podemos casi oler el perfume o cremas faciales utilizadas por las protagonistas de este documental que se advierten en un mueble y en otro. Un paneo nos muestra cintas de VHS apilados, cintas de cine mexicano principalmente y enseguida escenas que se reproducen en su televisor de la película La casa del sur, de 1975 y dirigida por Sergio Olhovich; en donde “Pinolito” aparece acompañado de grandes de la actuación como José Carlos Ruíz; Patricia Reyes Spíndola; Salvador Sánchez y Farnesio de Bernal.

Hablando de grandes actores, Fernando García compartió créditos con Anthony Quinn, como se aprecia también en una escena de Los hijos de Sánchez, del director Hall Bartlett (1978)

Un gran atino para este documental es el que Fiesco haya invitado en los testimoniales a Patricio Pereda y a Jorge Fons, este último relata el gusto de que aquellos niños actores que se peleaban por unas monedas en Caridad, coincidieran muchos años después para su película El Callejón de los Milagros (1995). Fernando García Ortega de 32 años de edad, para ser más exactos.

A cuadro se ve una fotografía dedicada para “Pinolito” por Jorge Fons, donde aparecen ambos con Patricio. La dedicatoria dice: “Para Pinolito, con todo mi cariño, 21 años después”.

Coral Bonelli reconoce que retomar su carrera en la actuación es difícil, decir o demostrar los personajes que ha hecho.

Por su parte, Lilia Ortega habla de su paso por el cine y con directores estrictos con los que le tocó trabajar, como Felipe Cazals en Las Poquianchis (1976) y El apando (1976)

Luego de entonar una canción completa a ritmo de tango, sola, maquillada y elegante en un foro con luces pero sin público; cuenta frente a la cámara lo triste de que a Coral de grande no la reconozcan y que no haya trabajo seguro, por lo que “es”.

Quebranto, más que añoranzas por aplausos pasados, es una amalgama de momentos variopintos. Por un lado Lilia Ortega caminando al lado de Coral por un lugar u otro, de la gran urbe. Muy emperifolladas. La primera con su excesivo y característico maquillaje, máscara de pestañas y lipstick vistosos y la segunda pintada también y luciendo su rubia cabellera, vestido y tacones altos. Esto con la impresión de mayor unión entre ambas, al tener un marco de referencia más amplio como mujeres y amigas confidentes.

Lejos del drama, en el documental hay una escena en la sala de su departamento en la que las dos conviven cordialmente con vecinos y gente joven, en un ambiente de respeto y cercanía. Lo cotidiano de esta toma: Las frituras y los refrescos en presentación de dos litros que ocupan cualquier mesa mexicana. Tan habitual como la música popular de fondo y los cuadros en los que destacan retratos de familia, imágenes religiosas o futboleras y souvenirs, peluchitos o adornos de cerámica baratos.

Una vez más lo cotidiano, Coral entre el bullicio de la ciudad; en una de esas tantas calles del centro, la gente pasar, una modesta cafetería y más tarde sometiéndose a un tratamiento de eliminación de vello en un establecimiento también como tantos.

Ante la falta de oportunidades de trabajo y por su edad (48 años) Coral Bonelli ha tenido que recurrir por temporadas a “Trabajar en las calles” y cita Tlalpan, Insurgentes o incluso el metro para ganar aunque sea de poquito en poquito unos 500 pesos por servicio. Es una escena nocturna a donde Roberto Fiesco nos lleva para ver la convivencia de Coral y sus compañeras en lo que esperan a un cliente, platicando animadamente o simplemente caminando en una plaza entre vendimias y trompos de carne al pastor.

Trabajar a través de una agencia es más tolerable”, cuenta Coral; “Hay más riesgos en las calles”. “Con la agencia, hay mejores hoteles”.

Muy congruente y para seguir el hilo del perfil de Coral, sus gustos, sus sueños y sus ensueños; en una escena en el metro, ella se detiene en uno de los pasillos a contemplar una exhibición temporal dedicada Raphael, entre la que se encuentran fotografías y trajes de gala como uno de color plateado utilizado en alguna de sus presentaciones. Bonelli sonríe, seguramente al recordar las imitaciones que de él hacía cuando era un niño.

Y es así como finaliza Quebranto, Coral Bonelli personificando a Raphael, con peluca negra y vistiendo un atuendo del mismo color para cantar en playback Mi gran noche. Escena ¡Qué mejor en blanco y negro! Desplazándose en los escalones del mismo edificio de departamentos donde habita, entre paredes desgastadas que hacen contraste con las luces que la iluminan; tal como si fuera admirada por un gran público.

Quebranto ha de ser por el pesar y las lágrimas de Lilia Ortega en algunas escenas, quien se lamenta por la falta de reconocimiento para Coral.

Quebranto de Coral Bonelli, por tantas vivencias difíciles y oportunidades muy escasas.

Roberto Fiesco pudo rescatar esta historia antes de que fuera demasiado tarde. Lilia Ortega falleció a los dos años después de su estreno, luego Coral Bonelli en el 2019.

Comentarios