Virus astutos
Salud

Virus astutos

Desafío y oportunidad

La pandemia ha introducido en nuestra cotidianidad un sinnúmero de informaciones acerca de las variantes de la COVID-19.

Lo que está detrás de ellas es la inteligencia del virus.

Todo parte de su genoma, la secuencia total de material genético que contiene: información sobre las características particulares del agente infeccioso, y las instrucciones para multiplicarse.

Ahí radican los datos de las especies que puede infectar, el modo de contagio o la interacción con los mecanismos de defensa celulares.

Cuando los genomas virales se replican pueden registrarse errores, cambios, mutaciones que modifican el comportamiento de estos microorganismos.

Aquí conviene enunciar que en el mundo celular, la información genética se almacena en el ADN mientras que las partículas víricas pueden recurrir a otro contenedor: la molécula de ARN.

Los virus causantes de la gripe, de la inmunodeficiencia adquirida, el ébola, y los coronavirus, que comparten la seña de ser difíciles de controlar, contienen genomas de ARN.

Sus mutaciones demuestran la astucia de los virus.

Algunas les permiten no ser reconocidos por los anticuerpos que produce el sistema inmune en infecciones previas.

Otros cambios les ayudan a resistir la acción de los antivirales o a infectar más especies.

LO QUE VIENE

Desde su aparición, hace ya más de dos años, el virus SARS-CoV-2 ha evolucionado de forma constante, lo cual no tiene nada de raro.

Sus variantes alfa, beta, gamma, delta y ómicron han sido distinguidas por la Organización Mundial de la Salud con el calificativo de “preocupantes”.

Ganaron esa etiqueta con base en su capacidad de transmisión, la gravedad de la enfermedad o su habilidad para burlar la protección inmunitaria.

¿Qué nos depara la evolución del virus?

La respuesta esa pregunta se introduce en el terreno de la conjetura.

Un escenario probable es que la selección natural favorezca las mutaciones más aptas para la multiplicación del párasito obligado y su transmisión hacia los huéspedes humanos.

Esto no necesariamente será malo para nosotros.

Puede ocurrir que se impongan las variedades menos agresivas, ya que una menor letalidad significa multiplicarse más tiempo en un organismo sin necesidad de buscar otro huésped.

¿Cómo reducir el impacto de la enfermedad?

Con las medidas de contención y el aumento de la inmunidad de la población.

Algo similar ocurre con las novedades en torno a la gripe.

Con el paso del tiempo sus nuevas versiones causan menos daño y se transforman en gripe estacional.

En ese caso, basta con tomar las medidas correspondientes para salir bien librados del contagio.

VARIEDADES Y RIESGOS

De las variantes de la COVID-19 mencionadas, la delta llamó la atención por ser casi dos veces más contagiosa que sus predecesoras y el potencial para causar una enfermedad más grave.

Las innovaciones de los virus pueden disminuir la eficacia de algunos tratamientos y de la respuesta inmune generada por algunas vacunas.

Sobre estas últimas, algunas investigaciones han sugerido que su eficacia es levemente menor contra las versiones evolucionadas del agente vírico.

No obstante, sí consiguen controlar las formas graves del mal.

Los preparados biológicos han mostrado una eficacia hasta del 96 por ciento en la prevención de la enfermedad severa producida por coronavirus.

Para reforzar la protección, la medida prioritaria es recurrir a dosis adicionales y de refuerzo.

ÓMICRON

En un artículo publicado en The New York Times, John Nkengasong, director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de África, expuso que “En lugar de arrojar a nuestras sociedades al caos cada que surge una nueva variante, tenemos que reconocer que el virus aún no está bajo control”.

Esto debe traducirse como afinar las estrategias de contención frente a futuras olas.

Nkengasong y varios científicos coinciden en que el agente infeccioso seguirá cambiando, esto significa que habrá nuevas variantes.

Que existan nutridos grupos de personas no vacunadas en todo el mundo favorece las mutaciones.

Son individuos que pueden contraer el virus con facilidad y servir de plataforma para que se replique y mute.

Aplacar la circulación del virus reclama ampliar las campañas de vacunación.

Eso ayudará a limitar el surgimiento de variantes y a reducir los perjuicios causados a la gente.

Conviene tener en cuenta que las infecciones a largo plazo dan al virus la oportunidad de desarrollar modificaciones con mayor libertad y, entre otros efectos, crear una nueva variante.

“El mundo tuvo suerte con ómicron. Quién sabe qué habría sucedido si esta variante tan contagiosa hubiera provocado una enfermedad tan grave como la que causa la delta”, escribió Nkengasong.

Además de inteligente, al coronavirus le da por demostrar fortaleza.

Algunas investigaciones sugieren que los anticuerpos desarrollados por pacientes que superan el contagio no son tan resistentes como los generados a costa del sarampión o la varicela.

VIRULENCIA A FAVOR

Según un estudio de la Universidad de Edimburgo, existen 219 especies de virus que se sabe que pueden infectar a las personas.

Sin embargo, suponen algo más que un riesgo para la salud, también representan una oportunidad para desarrollar, por ejemplo, herramientas en la lucha contra ciertas afecciones.

Puesto en otros términos, se han convertido en una fuente de información para la ciencia clínica.

Peter B. Medawar, Nobel de Medicina en 1960, definió a los virus como “una mala noticia envuelta en proteínas”.

La existencia de estos agentes nocivos dio origen a la virología, una ciencia joven que, en sus principios estaba condicionada por la falta de condiciones para el cultivo de virus.

Dado que sólo pueden reproducirse cuando infectan células vivas, en sus inicios los virólogos recurrieron a la experimentación con animales y plantas.

Hoy día, es posible cultivar estos microorganismos en células distintas a las de sus huéspedes naturales.

Investigar los mecanismos que desencadenan los agentes víricos ha permitido diseñar tratamientos y métodos de diagnóstico basados en ingeniería genética y biología molecular.

La técnica médica incluso ya atisba la posibilidad de “hackear” a los virus.

Es improbable que veamos ese jaqueo materializado en soluciones contra la COVID-19 y sus variantes. Sin embargo, la opción de aprovechar la inteligencia de los virus para reforzar la salud de la humanidad ya no es una idea descabellada.

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