Miguel Tapia Alcaraz
Entrevista

Miguel Tapia Alcaraz

Ganadora del Premio Internacional de Novela Ciudad de Estepona 2019, y recién publicada en España por Editorial Pre-Textos, Tumbas de agua es la segunda novela del escritor mexicano Miguel Tapia Alcaraz. En 327 páginas, el libro cuenta algunas semanas en la vida de Joaquín, joven que se dedica a limpiar albercas como empleado de una empresa llamada “La ballena Azul”. Aunque nunca se menciona el nombre de la ciudad en donde ocurre la historia, hay ciertas características que hacen pensar en Culiacán. Parte del trabajo de Joaquín es relacionarse lo menos posible con los clientes e incluso evitar cualquier observación en los opulentos entornos donde presta sus servicios. Esa regla de oro se rompe cuando se topa con Miranda, muchacha que vive en una de las casas más lujosas de la ruta. Junto a ese asunto, hay otro que preocupa al joven alberquero: su hermana Silvina se ha convertido en la chica más cotizada del barrio donde viven, una colonia popular. Es un secreto a voces que uno de los vecinos, Tencho, ha amenazado con robarse a Silvina. Todo esto en una ciudad cuyo ambiente va deteriorándose progresivamente, a grado tal que la policía termina acuartelada y los soldados deben hacerse cargo del orden público.

Del autor, Miguel Tapia Alcaraz, puede decirse que destaca, sobre todo, por su habilidad para usar un nutrido arsenal de herramientas literarias para forjar historias que conjugan velocidad y profundidad. Nacido en Culiacán en 1972, es doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Sorbonne-Nouvelle Paris 3, donde fue maestro durante algunos años. Ha estudiado ingeniería, música y periodismo y ha ejercido esos oficios en la Ciudad de México, Barcelona y París. Además de la ya mencionada Tumbas de agua, Tapia es autor de los libros de cuentos Los caimanes (Almadía, 2006), así como de la novela Los ríos errantes (Era, 2017). Actualmente es profesor en la Universidad Paris-Est Créteil.

Tumbas de agua puede ser vista como alegoría de una realidad oculta, negada, pero real: la omnipresencia del crimen organizado y su influencia en la vida de todo el país y en especial de ciertas regiones. Escrita con prosa clara y contundente, en 48 capítulos breves, es una novela a la que no le sobra ni una línea. Narrada con voz en tercera persona que por momentos se desliza dentro y fuera de la consciencia del protagonista, la historia involucra al lector desde los primeros capítulos. Así, el libro no narra el conflicto de quienes se dedican al narcotráfico, sino los estragos que esa hidra de mil cabezas provoca en las familias y la comunidad que rodea a quienes se involucran con “el negocio”. Las relaciones familiares y comunitarias están atravesadas por conversaciones que no ocurren, llenas de implícitos, no sólo por temor de los personajes a ser juzgados, también por el deseo de proteger a los cercanos. En entrevista exclusiva con Siglo Nuevo, Miguel Tapia habló sobre lo que ha representado la experiencia de escribir fuera de México y de su ciudad natal, además de abordar sus procesos creativos y cómo éstos han cambiado con experiencias como la paternidad.

Tanto Tumbas de agua como Los ríos errantes guardan una estrecha relación con Culiacán. Según entiendo, ambas han sido escritas a la distancia. ¿Qué nos puedes contar de tu relación con Culiacán y de la operación de reinventar la ciudad a través de la literatura?

Más que de una reinvención yo hablaría de una recuperación. Yo crecí en Culiacán y, a medida que crecía, fui viendo a mi ciudad natal como un lugar del cual había que alejarse. Por muchas razones, la principal de ellas porque Culiacán era un lugar ya conocido (el lugar) y yo quería conocer, precisamente, todo lo demás. Otra de las razones fue constatar que ahí había pocas opciones para poder hacer lo que yo quería hacer. En esas circunstancias y ante la poca experiencia –yo me fui de ahí con veintipocos años- la ciudad natal simbolizaba un obstáculo, algo que imposibilitaba el acceso a lo otro, y yo aprendí a mirarla sin relieve, a obviar sus matices, como todo lo que damos por sentado. Al partir, esa relación fue cambiando y la distancia me hizo tomar consciencia de hasta qué punto mi identidad estaba ligada a la identidad de la ciudad y de la región, que es además la región de toda mi familia. La escritura es búsqueda de la propia identidad, es asumir la necesidad de encontrar sus contornos para poder mirarla abiertamente, cara a cara y sin rodeos. Junto con muchas cosas más, la escritura me llevó a rescatar mi ciudad natal de mi propia memoria y de la nueva relación que establecí con ella.

En forma de ríos, albercas, el mar e incluso la mención de Moby Dick y de la situación de los pescadores de marlin, el agua juega un papel simbólico muy importante en Tumbas de agua. “Ya a nadie le interesa que el agua esté limpia”, dice Joaquín cuando el ambiente se enrarece en la ciudad. Háblanos de cómo llegaste a este símbolo.

El agua siempre ha estado ahí. Nací en una ciudad cruzada por tres ríos y cercana al mar, en un barrio bajo que cada otoño se veía amenazado por huracanes e inundaciones, en un ambiente donde las albercas eran frecuentes. El símbolo apareció junto con la idea del relato; el símbolo es el relato. A partir del primer esbozo del texto eso me quedó claro y lo que dio cuerpo a la novela, después, fue la búsqueda de la voz, la pregunta: ¿quién puede contar este símbolo de manera eficaz y verosímil? Cuando encontré la voz, ella tomó el control y se hizo cargo de las decisiones.

Marco, compañero de trabajo de Joaquín, suele jugar a encontrar diferencias y similitudes entre personas, lugares, cosas. ¿Qué diferencias y qué similitudes destacarías entre Los ríos errantes y Tumbas de agua?

Marco y sus juegos son la filosofía en el texto. Son una manera de plasmar una epistemología dentro del sistema de significaciones que la novela construye. Esta es una de las similitudes entre una y otra novela: ambas buscan relatar la ciudad, su ambiente y la vida de los personajes desde el terreno, sin pretender despegarse del mismo suelo terroso, del mismo calor, de la misma humedad desquiciante. Buscan contar los flujos de agua a partir del barro que queda tras su paso. Ambas ven también la ciudad como un lugar por el cual se transita, pero al que siempre se vuelve. Es un circuito, el escenario de un ciclo que parece infinito. En cuanto a las diferencias, me parecen menos generales, principalmente porque éstas van dictadas por las historias principales, por la procedencia de los personajes, sus aspiraciones, las armas con que se enfrentan al entorno y, como consecuencia, la forma en que pueden entenderlo y narrarlo.

Este juego de similitudes y diferencias opera también al interior de Tumbas de agua, por ejemplo el contraste entre las piscinas vacías, perfectamente limpias, en las residencias a donde va Joaquín a trabajar y los balnearios públicos que están llenos y en donde parece imposible lograr la limpieza del agua. ¿Cómo fuiste trabajando este juego de contrastes? ¿Cambió a lo largo de los distintos borradores?

Sí, la escritura misma me fue llevando de uno a otro, fue creando puentes y entrecruzamientos. Es revelador irlos encontrando en el camino, como si alguien los hubiera puesto ahí mientras tú estabas distraído, e ir constatando lo que decía antes: que si la historia tiene de verdad fuerza, ella sola, a través de la voz adecuada, te guiará para descubrir las imágenes que encierra. A veces esto sucede durante las relecturas, por eso es importante hacerlo con mucha atención. La relectura/reescritura puede ser un verdadero proceso de redescubrimiento de lo que tu proyecto propone o encierra.

En esa misma dinámica de similitudes y diferencias ¿cómo ha cambiado tu visión de México y de Culiacán viviendo en Francia?

No creo que el lugar en que viva actualmente tenga tanta importancia como el hecho de no vivir más en el lugar donde nací. Desde luego, la distancia cultural te hace ver con más nitidez ciertos rasgos de tu cultura natal que quizás antes no habías notado tan claramente, pero es difícil saber cómo sería esta experiencia si viviera en una cultura aún más distante, en el lejano oriente, por ejemplo. Quiero decir que lo que me parece importante o significativo es el proceso de recuperar tu propia tradición desde fuera de tu tierra, descubrir cómo esta influye realmente en ti y en tu forma de ver el mundo, y cómo tu trayectoria de vida acompaña tu crecimiento como persona y como artista. Ahí es donde veo la riqueza de la experiencia.

¿De dónde partes para escribir una novela: de un personaje, de una imagen, de una historia?

De una imagen, sin duda. Al menos hasta ahora. Y de esa imagen se desprende, poco a poco, lo demás: personajes, ambiente, escenas, historia. La imagen, si es fuerte, lo contiene ya todo, aunque a veces no está dispuesta a revelar todos su secretos sin un gran esfuerzo de tu parte.

¿Cuál es tu rutina para escribir?

Desde que nació mi hija: ninguna. Solía despertarme temprano y escribir antes de la salida del sol. Es un momento que me gusta, me da serenidad. Pero ahora mis ritmos de escritura están supeditados a los momentos en que las ocupaciones diarias lo permiten. Mi principal rutina, en ese sentido, es el esfuerzo constante para encontrar esos momentos.

Tumbas de agua está estructurada en 48 capítulos breves, contundentes, a los que no les sobra ni una línea ¿Trazas una escaleta, o como construyes este andamiaje?

No. Al menos no antes de varias versiones, y la escaleta fue en realidad un trabajo topográfico a partir de la última versión. Al principio la historia principal, que es bastante básica, se desarrolla gracias a la voz narradora, y desde ahí va encontrando las escenas que luego van a constituir los puntos fuertes de la narración. Después la misma escritura te lleva a conectar todo esto y la precisión se logra a través de la reescritura y de esa especie de luto que implica la necesaria mutilación de texto, algo muy frecuente.

Hablemos del papel del silencio en la novela, de lo que se queda bajo la superficie: la novela está atravesada por conversaciones que no ocurren, cosas que tus personajes callan por temor o por el deseo de proteger a quienes están cerca. Eso se refleja en el estilo: hay momentos elipsados, cosas que pasaron pero que los lectores debemos intuir. ¿cómo decides cuáles momentos contar y cuáles no?

La decisión de narrar la historia desde el punto de vista de un personaje que se define más por su difuminación en la comunidad, que se distingue sólo por una pequeña pero significativa diferencia para con el resto, exige que la voz narrativa tome en cuenta constantemente la semántica del habla colectiva. Es una voz que deja una gran parte de la labor expresiva al contexto. Así, los sobreentendidos, los chismes, las respuestas que parecen o son lugares comunes, cobran una importancia central en la comunicación. Significan algo que nadie puede explicar en el relato porque el hacerlo rompería el pacto narrativo, pero que el lector debe poder percibir. El lector debe entonces poder acceder a esos códigos sin entender bien a bien cómo lo ha hecho. Saber cuándo o hasta qué punto esta voz colectiva dirige los diálogos o el relato es difícil de prever; su ritmo va surgiendo de manera natural, según cada escena y según el carácter de los personajes.

¿De qué manera tu vida académica ha influido en tu labor como escritor? ¿Cómo han influido tus múitiples oficios como periodista, músico, ingeniero?

Sin duda todo esto ha influido, pero sería incapaz de precisar cómo. Mi trabajo académico me ha permitido acercarme al hecho literario de manera más analítica, más lúcida, y esto me ha permitido leer los textos ajenos y releer los míos de manera distinta. Esto constituye sin duda una riqueza, como lo es cualquier otra aptitud o experiencia. Pero me sigo preguntando –y sigo sin poder responderme– hasta qué punto esto realmente influye en el trabajo creativo. Al día de hoy, la parte más significativa de mi trabajo como creador sigue obedeciendo básicamente a algo que solo puedo entender como formas de la intuición.

¿Cuáles son tus novelas de cabecera y por qué?

Han ido cambiando con el tiempo. Algunas vuelven, otras no. En el periodo en que escribí Tumbas de agua disfruté mucho y traté de aprender del trabajo de Amos Oz, Coetzee, Jazmina Rezza, Fleur Jaeggy o Di Benedetto, entre otros.

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