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“Nosotros” de Jordan Peele y el país de las maravillas

Hace algunos años el director Jordan Peele estrenaba su opera prima ¡Huye! (Get out, 2017) con gran éxito comercial en todo el mundo. Logró algo que rara vez sucede en la industria: conciliar al público casual y a la crítica especializada. Su meticulosa manufactura y perfecta construcción la situaba inmediatamente dentro del campo de cine de autor mientras se deslizaba cómodamente entre géneros como la comedia y el terror. También, de manera sutil e ingeniosa, soltaba comentarios mordaces y certeros acerca del clasismo y racismo en Estados Unidos. El espectador formaba parte fundamental en el juego, debido a que sus expectativas, generadas maliciosamente por el director, eran evidenciadas como falsas y cargadas de racismo involuntario rumbo al acto final. El peculiar encanto y la originalidad de la propuesta y su argumento, la situaron inmediatamente en las listas de popularidad de muchos y adquirió la etiqueta “de culto”.

Por lo tanto, cuando el director anunció su segunda contribución, generó una gran expectativa entre sus seguidores. Sobre todo cuando comentó que se titularía simplemente Us, palabra que en español se traduce como el pronombre “Nosotros” y que sospechosamente en inglés hace referencia a la forma abreviada de United States of America. Los fanáticos de ¡Huye! seguramente esperaban algo similar, quizás el mismo despliegue de ingenio narrativo repleto de crítica social directa. Aunque la cinta tuvo un esquema de distribución internacional y se estrenó de manera simultánea en todo el mundo, poco a poco las salas se fueron quedando vacías. En palabras de los decepcionados asiduos a las salas, esto se debió a su “narrativa convulsa y no convincente” o “los disparatados excesos sin sentido”. La crítica esta vez difirió, quizá porque, precisamente, para lograr una apreciación cinematográfica satisfactoria, el cine debe verse desde varios ángulos.

IMAGEN VS NARRATIVA

La predilección de los espectadores casuales por reducir el cine a su forma narrativa es algo que tristemente aqueja al cine desde sus inicios. Si bien el argumento es algo fundamental para el quehacer cinematográfico, centrarse meramente en lo creíble que resulta una historia o no, o la cercanía que mantiene con nuestra realidad, hacen que el espectador olvide la particularidad del medio y su característica más importante: la construcción de la imagen y el espacio cinematográfico. La belleza del cine y lo que le aparta de otros medios artísticos es precisamente su capacidad de generar metáforas visuales. Si como espectadores nos acercamos a Nosotros simplemente esperando una historia verosímil o posible, nos estaríamos perdiendo de un valioso rompecabezas que, quizá, se antoje caótico y un tanto desorganizado, pero cuyas piezas invitan al espectador a descubrir su significado real.

Con su reciente estreno en plataformas de streaming digital, no está de más aconsejar que la mejor manera de ver esta película es olvidarse de la lógica de la narrativa e ingresar a este peculiar mundo con la mente abierta. No es casualidad que uno de los elementos visuales recurrentes sea la figura del conejo. Un conejo que poco a poco devela un túnel y nos invita a un viaje diferente. Es de dominio público y todos sabemos qué pasó con Alicia en aquel cuento cuando decidió seguir a este animalito a su madriguera.

EL ARRANQUE

Los parámetros “secretos” o marco referencial que necesitamos para interpretar este viaje se muestran en las primeras imágenes, solamente basta mirar con atención. La película inicia con un texto que nos cuenta que hay miles de túneles que cruzan Estados Unidos de costa a costa. Estos túneles son rutas de metro sin servicio, búnkeres en desuso o líneas de tren abandonadas y que no tienen ningún propósito específico. Después, vemos un largo plano general de una televisión análoga sintonizada en el canal 11, en el noticiero 11 a las 11:00 a.m. (El número once aparecerá insistentemente a lo largo de la película: como un versículo de la biblia, en algunos relojes al fondo y finalmente se sugiere que es un referente a un “doble”). El televisor ocupa la parte central del mueble. A sus lados hay cintas de videocasetes recargadas en los estantes tanto a la derecha, como a la izquierda. Todas son películas de los ochenta. De un lado están The right stuff y Pesadilla en la calle del infierno, y del otro El hombre con dos caras (una clara referencia al “doble”) y curiosamente C.H.U.D, que trata de criaturas subterráneas que escalan a la superficie, y Los Goonies, que también aborda aventuras en un sistema de túneles bajo una ciudad costera. En el mismo estante también hay algunos juguetes de manufactura artesanal como una cajita de madera taraceada, un chimpancé de palma y un trompo, que conviven con un moderno (en ese entonces) cubo Rubik, algunas cintas y un reproductor de casetes. En una sola imagen y en menos de treinta segundos, el director nos orienta respecto a los símbolos que utilizará en las secuencias posteriores.

Segundos después, hay una pausa en el noticiero y vemos, por un instante, el reflejo de una niña sentada frente al televisor acompañada por un conejo de peluche. Una vez más, el reflejo será una metáfora recurrente durante toda la película. De pronto, vuelve la imagen al televisor para anunciar la campaña Manos Uniendo a América. Sabemos entonces que se trata del año 1986. Esta campaña, que fue real, es un evento que sucedió en Estados Unidos en beneficio de los que sufren hambre. Se trataba de formar una cadena de “buenos samaritanos” tomados de la mano a lo largo de 6 mil 400 kilómetros. El proyecto fracasó finalmente y no se llevó a cabo. Esta referencia real da un significado particular al desenlace de esta historia en pantalla. Al terminar este anuncio, vemos una vez más el reflejo de la niña que mira atentamente al televisor, el cual se ve interrumpido por un anuncio de la playa de Santa Cruz y sus atractivos turísticos. Ahí corta la primera secuencia a la misma niña, ahora con su madre y su padre, en las atracciones de la playa de Santa Cruz. Sabemos que es su cumpleaños, ya que su papá se empeña en ganar un regalo para ella. Addy, la niña, está conforme con un primer intento, pero al parecer su padre quiere ganar para complacerla, o al menos eso cree él. Incluso, llega a olvidarla mientras se obsesiona intentando ganar. Su madre, harta de la situación y molesta, la deja a su cuidado mientras va al baño. La niña se aburre, por lo que decide cruzar todo el parque de diversiones hasta la playa. Esta situación está enmarcada deliberadamente por la cámara de manera siniestra y anticipando un evento fatídico. La niña llega a la casa de espejos y ahí tiene un temible encuentro con alguien que pudiera ser su doble. Este suceso da inicio a toda la historia y los códigos para su lectura quedan más que establecidos.

EL TEMA DE LO RACIAL

Para los admiradores de ¡Huye!, esta película contiene exactamente los mismos ingredientes que su antecesora: una película de horror con pinceladas cómicas y críticas directas hacia la privilegiada sociedad norteamericana. Incluso, para diversión y entretenimiento del espectador, el director aprovecha este género al máximo y lleva la lucha de clases a un plano físico y gráfico; aunque ciertamente las metáforas más complejas no son tan directas en esta ocasión, por lo que tal vez requieran de mayor atención. Curiosamente lo único que está ausente en esta entrega, a diferencia de su anterior trabajo, son las connotaciones raciales. Este elemento es precisamente una de sus cualidades y quizá su aportación más valiosa al ámbito cinematográfico actual: su acercamiento al tema de la integración racial. El director decide abordar este tema de la mejor manera en que pudo hacerlo. A diferencia de su primera película, decide no mencionarlo, referenciarlo, ni siquiera asomar el tema del racismo. Las tensiones entre los personajes surgen de una disparidad social y cultural, mas nunca referidas a asuntos de etnicidad. Es arriesgado pero certero decir que es la primera película de terror que tiene como protagonistas a una familia negra y cuyo color de piel no tiene relevancia alguna para el desarrollo dramático de la misma. Esto es un hecho inusitado en la historia del cine, pues desde sus inicios, la figura del afroamericano ha sido explotada como villano, luego como víctima y recientemente como paria o inconforme social. En cambio, la construcción narrativa de Us es más compleja.

FÓRMULA SENCILLA

La premisa superficial que da forma a la historia es sencilla y toma su fórmula de decenas de películas pertenecientes al subgénero conocido como invasión al hogar. Incluso, después de la completa secuencia inicial, el director abre con la ya acostumbrada toma de dron en un bosque y una familia en un coche; secuencias ya gastadas en este tipo de películas y cuya intención es realizar un tributo deliberado a la secuencia inicial de El resplandor. La cámara desciende y vemos a la típica familia americana que viaja a su casa de playa para tomar un descanso, sin embargo, hay algo que inquieta a la jefa de la familia. La estructura sencilla poco a poco se vuelve más completa, pues la tensión crece y conforme avanza, la película salta del terreno del gemelo malvado a subgéneros como el cine de zombies o de criaturas y no lo hace de manera ingenua. No es casualidad que el director haga múltiples referencias y tributos a películas como La noche de los muertos vivientes (Night of the living dead, George Romero, 1968), que fue precisamente la primera en presentar a un personaje afroamericano complejo, lleno de matices y a diferencia de otras producciones de esa época, que logra sobrevivir hasta el final.

Otro tema recurrente durante todo el metraje es la crítica del apego a lo material, tema dominante desde la secuencia inicial con el padre de Addy, quien está empeñado en ganar el juego de la feria, posteriormente con la familia amiga con la que comparten sus vacaciones y más abiertamente en una secuencia protagonizada por su esposo Gabe. Cuando la familia se ve amenazada, el padre de familia ofrece lo más valioso que tiene: su billetera, su coche, su dinero; y en un acto de sacrificio último para su personaje dice “Hasta pueden llevarse el bote”, mientras contiene el llanto. Tanto su familia como la familia invasora saben que no se trata de eso; nosotros como espectadores también lo sabemos. Al sentirse amenazado y al ver que no puede contenerlos ofreciéndoles cosas materiales, Gabe pregunta: “¿Quiénes son ustedes?”, a lo que la amenazante doble subterránea responde: “Somos americanos”.

La dimensión metafórica y polisémica de sus imágenes es grandiosa: un niño con una máscara de bestia que se enfrenta a una bestia disfrazada de niño; una pequeña niña que deja atrás el jolgorio de una feria para adentrarse en una solitaria casa de los espejos con un letrero que dice “Encuéntrate a ti mismo”; miles de conejos que nos llevan por un pasillo oscuro, invitándonos a conocer un país más allá de sus maravillas. Un país donde impera la falsa seguridad, en donde un asistente virtual no puede llamar a la policía o donde las puertas de cristal no son suficientes para contener amenazas externas. Un país en el que los objetos cotidianos como sartenes, esculturas y palos de golf se convierten en armas de defensa personal y en el que lo más amenazante y terrorífico es una persona que no pertenece al mundo “de arriba” sino que vive escondida, acechando y esperando su turno de venganza.

Sin duda, Nostros es una película que merece no uno, ni dos, sino varios visionados y si encontramos un punto de vista diferente desde el cual observarla, mejor. Por ejemplo, puede haber un visionado meramente estético y podemos perdernos en su fotografía, en la dirección de arte y la paleta de color. En otra ocasión podemos centrarnos en la dimensión sonora y los elementos vocales que incorpora para crear una atmósfera sombría y amenazante. Incluso, simplemente podemos centrarnos en las interpretaciones duales de sus protagonistas, las cuales por sí solas son una clase magistral de actuación. Esta película es más que su narrativa “convulsa” y “poco creíble”. Una obra valiosa provocará desconcierto y frustración, ya que, en vez de ofrecer respuestas y conexiones fáciles, siempre nos deja con más cuestionamientos de los iniciales. Finalmente, el objetivo de toda obra cinematográfica es conmover al espectador, solamente habrá que convencer a este que el cine puede generar una experiencia avasallante. Sobre todo si no lo reducimos a la lógica de una narrativa de ficción y su cercanía con la realidad.

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