Morphia, una historia de adicción y crudeza
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Morphia, una historia de adicción y crudeza

La tragedia de una adicción con toques de comedia negra

Existen un sinfín de historias que parten de la premisa de que todo en la vida de alguien puede cambiar. Los sucesos inesperados hablan, hasta cierto punto, de la indeterminación a la que cualquiera está sujeto.

Pero Morphia es una historia que no trata los cambios como algo que viene del exterior. Su protagonista toma decisiones y, a partir de ellas, se conduce por un mundo hostil donde ve crecer gradualmente una potente amenaza: la adicción a la morfina.

UN MUNDO CRUEL

Morphia (Morfina) es una película rusa de 2008 dirigida por Aleksei Balabanov y escrita por Sergei Bodrov. Su trama está basada en los cuentos semiautobiográficos del doctor Mikhail Bulgakov, en los que relata cómo sobrevive a su adicción a la morfina.

El mundo que se plantea en el filme es bastante cruel desde el inicio. El relato comienza en 1917, durante la Revolución de Octubre y el comienzo de la Guerra Civil rusa. Los enfrentamientos mostrados al espectador desde una perspectiva alejada dan fe de los tiempos convulsos, mientras que el terreno que rodea al protagonista es uno donde abundan las carencias y los peligros.

El joven médico Mikhail Polyakov (interpretado por Leonid Bichevin), es un recién egresado que llega a finales del otoño, una temporada dura para el país, a un hospital de una aldea remota ubicada en la gobernación de Yaroslavl. Ahí tendrá que esforzarse, debido a la poca capacidad del lugar y sus carencias, para atender a la población, en general campesina.

El único médico del distrito rural se tendrá que enfrentar junto a su reducido equipo de trabajo, un paramédico y dos enfermeras, a accidentes, amputaciones y enfermedades respiratorias en un estado demasiado avanzado. Rápidamente, el doctor se gana el respeto de las personas del pueblo y del hospital, convirtiéndose en una figura importante para ellos.

La enfermedad y la muerte son uno de los componentes principales de la vida de estos personajes. Constantemente se enfrentan a la fragilidad del ser humano y las situaciones solo empeoran debido al entorno poco favorable, aislado y de temperaturas extremas, donde cada casa se encuentra a una gran distancia de la otra.

Aún existiendo la ventaja de tratarse de un periodo posterior al descubrimiento de la anestesia, los pobladores están inmersos en la adversidad, donde un accidente con las herramientas del campo puede suponer la amputación de una pierna, o un problema desatendido en las vías respiratorias debe tratarse con una traqueotomía.

EL EGOÍSMO Y LA ADICCIÓN

Poco a poco, la confianza en el doctor crece. Los procedimientos los ejecuta con precisión, salva vidas en situaciones críticas y mantiene un humor frío y calculador a pesar de las complicaciones. Rápidamente, la relación entre él y su equipo cambia: de ser el nuevo en el pueblo se convierte en el líder del grupo.

Pero Polyakov se enfrenta a un nuevo problema. Al atender a un paciente con difteria, el doctor contrae la enfermedad y debe aplicarse un antídoto. Sin embargo, aparece un efecto adverso que no esperaba, una alergia al medicamento, por lo que tendrá que inyectarse morfina. Pronto sus síntomas mejoran, pero el consumo de morfina se convierte en una adicción rápidamente. La segunda inyección viene después de atender un parto, aparentemente sin una dolencia que hiciera necesaria la aplicación del analgésico.

La película comienza a mostrar un lado menos humano del doctor. Mantiene relaciones sexuales con una de las enfermeras y una de sus pacientes al mismo tiempo. Además, deja con la mayor carga de trabajo al paramédico, quien se presenta como alguien menos capaz, sufriendo incluso un desmayo en medio de un procedimiento quirúrgico.

El consumo de morfina se convierte en un hábito que se muestra pocas veces en el filme, aunque los síntomas de la adicción se vuelven evidentes. Mientras está trabajando y el tiempo para atender a los pacientes es apremiante, Polyakov sufre de temblores que solo puede detener con la droga. El efecto de la morfina invalida a su consumidor por un momento, por lo que el médico deja a pacientes en peligro inminente para satisfacer su necesidad del fármaco.

El lado más oscuro del protagonista aparece con su enfermedad. Es lógico, después de todo, que ante un problema tan severo se vuelva hacia sí mismo. De estar plenamente dedicado al bien de sus pacientes, se convierte poco a poco en un individuo cada vez más egoísta, que haría lo posible por perpetuar su adicción.

La relación que mantiene con una de las enfermeras le ayuda a conseguir la morfina. Ella se niega en un principio a proporcionársela, pero Polyakov logra manipularla para obtener la droga. Pronto, influye en ella para que también la consuma, convirtiéndose en otra adicta dentro del hospital. La situación es tan extrema, que desabastecen al lugar del fármaco, sin el que algunos pacientes que han sido víctimas de accidentes terribles podrían morir.

LA COMEDIA NEGRA

La fotografía de la película busca una estética que hace pensar al espectador que está viendo algo realizado mucho antes de su estreno. De hecho, se divide en capítulos que son colocados como los intertítulos de los filmes del cine mudo.

Sin embargo, las escenas del hospital y de los procedimientos médicos son de un realismo impactante que no se podría obtener si no es con tecnología actual. Sorprende bastante, por ejemplo, que un parto se represente de forma realista usando un animatrónico finamente confeccionado y del tamaño que realmente tiene un neonato.

La adicción se muestra también en toda su crudeza, mediante síntomas físicos y psicológicos que gradualmente afectan la ética y el trabajo de un profesional respetado. Las maneras en que el adicto afecta a otros no están envueltas en un simple halo de maldad, sino que, como en la vida misma, se devuelven hacia el mismo victimario. Polyakov sufre la culpa de acabar con vidas humanas que puedo haber salvado de no ser por su enfermedad, y poco a poco se le muestra como un ser cada vez más vil.

La historia es relatada con un realismo descarnado que narra el día a día del campo en Rusia, así como la fragilidad del cuerpo humano. Es de esperarse que todas estas características sean las de un drama histórico profundamente trágico; sin embargo, no se puede clasificar en esta categoría.

Los tintes de comedia negra que se imprimen en el relato, lejos de liberar la tensión de las situaciones intensas e incluso delirantes que se presentan, hacen que el espectador sienta aun más inquietud.

Morphia presenta las etapas por las que debe pasar un adicto para intentar volver a su vida normal, haciendo frente a la desintoxicación, incluso si eso significa cambiar por completo su vida o perder lo que ha logrado hasta el momento. Pero en los momentos más escabrosos, la comedia negra le dice al espectador, sin miramientos, que las personas no cambian y que el declive completo de alguien puede aparecer ante los ojos insensibles y distraídos de personas que prefieren mantener la vista apartada para reír.

Mientras algunos disfrutan, otros mueren, a veces en un espacio bastante reducido. El elemento tragicómico aparece de forma directa en la pantalla como una parte ineludible de la vida.

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