En portada: Demián Galvez y Carlos Maldonado. Foto: Ernesto Ramirez Camacho
En la Revolución Mexicana hubo un legendario equipo de soldados que escoltó a Francisco Villa, desde su lucha contra el gobierno de Victoriano Huerta, hasta su muerte. De aquel temido grupo selecto tomó su nombre la banda Los Dorados, conformada por Daniel Slotnik (saxofón), Rodrigo Barbosa (batería), DJ Rayo (tornamesas), Demián Galvez (guitarra) y Carlos Maldonado (bajo), estos últimos oriundos de Torreón, Coahuila, un punto álgido durante aquel movimiento armado. Fue en esta ciudad donde la banda se dio a conocer al público en 2006, con un concierto en el Teatro Isauro Martínez.
Los cuatro instrumentistas unieron sus caminos cuando estudiaban en la Escuela Superior de Música de Bellas Artes, donde comenzaron su exploración musical con el jazz. Pero la libertad creativa que siempre han cultivado les impidió limitarse a este género. Así como la humanidad está formada por culturas que se mezclan casi inevitablemente, las composiciones de Los Dorados se enriquecen con una diversidad de géneros que se entrelazan para dar origen a un sonido que los mantiene como un referente en la escena independiente mexicana.
Tienen en su haber cuatro álbumes: Vientos del Norte (2004), Turbulencia (2008), Incendios (2008) y Good/Evil (2011). Después de este último, la producción discográfica tuvo un silencio de ocho años, pues los proyectos personales de cada integrante dificultaron dar seguimiento al ritmo de trabajo que tenían. Sin embargo, este año volvieron a los escenarios y al estudio de grabación para preparar su nuevo material, que esperan vea la luz a finales del 2019 o inicios del 2020.
En agosto iniciaron una gira de cuatro conciertos, uno de los cuales fue precisamente en el Teatro Isauro Martínez, luego de 13 años desde que pisaron el recinto que fue testigo de sus inicios.
Previo a este evento, que formó parte del Ciclo de Jazz y Música del Mundo, el bajista Carlos Maldonado concedió una entrevista telefónica a Siglo Nuevo donde habló de la evolución musical de la agrupación.
Los Dorados nacen, de raíz, como un ensamble de jazz ¿Qué era lo que visualizaban para la banda en un inicio?, ¿alguna vez imaginaron que tomarían el camino que han recorrido hasta ahora?
Pues, de imaginarlo sí, un poco, de vivirlo han sido 15 años. Empezamos con música original y básicamente tratando de encontrar nuestra voz más allá de un género, pero en ese momento nos encontró el jazz. En un principio la música nos fue guiando por donde quiso, hasta llegar a donde ahora estamos parados.
Daniel Slotnik. Foto: Ernesto Ramirez Camacho
Según una anécdota que se ha difundido, Demián tiró todos sus discos de rock para aprender a ser músico “de verdad”, ¿en qué momento volvió el rock a sus composiciones?
No, los discos no se deshacen. Digamos que uno va armando una colección cada vez más diversa porque la música no tiene un camino necesariamente cronológico. Tú puedes entrar desde la psicodelia y llegar al jazz, como lo hicieron muchos músicos que tocaban en los setenta.
Realmente ha sido un proceso personal, creativo, musical y con una diversidad de géneros, desde la música barroca, contemporánea, de concierto... llámale como quieras, pero toda la música y las experiencias se conjugan en lo que nosotros tocamos, algo que es “dorado mexicano”. Jamás nos vamos a cansar de seguir explorando y llegando, a través de diferentes géneros musicales, a lugares extraños.
Entonces, ¿en qué momento volvieron los otros géneros a sus composiciones que estaban más orientadas al jazz?
Vino natural. Desde el primer disco, Viento del Norte, hay un tema titulado “Huella’’ que lo retrata. No tratemos de ver la música como un pasillo donde puedes recorrer el jazz en los sesenta y luego te puedes ir. Es horizontal, lo puedes ver en 3D desde dentro de ti, todo está ahí, todas las posibilidades. Cada quien toma las que escucha con su alma.
¿Qué influencias musicales personales, o de la banda, están presentes en sus composiciones?
No terminaríamos nunca, tendría que mandarte 30 días de grabación para decirte. Yo te puedo decir un nombre y una referencia, y en cinco minutos será otra. Por eso hablo más en general de música contemporánea, que definitivamente es el núcleo de este proyecto. Es muy amplio, no estoy hablando del punk ni de otras corrientes específicas, estoy hablando de lo que la música representa para un artista, que va más allá de lo que representa para otros, sobre todo en un proyecto como el nuestro.
Ustedes vienen de una formación musical académica, ¿hasta qué punto le dan importancia al virtuosismo en sus composiciones?
La Escuela Superior es un momento como en el que entras a la universidad y conoces a algunos de tus mejores amigos del futuro. Nos encontramos porque nuestros estudios, más allá de académicos, son formales. Cada uno decidió esto de una manera particular para tener un lenguaje en común. Es importante porque podemos escribir una partitura, podemos hablar de inversiones, de técnicas musicales; pero no todo el tiempo, también hay rolas que surgen de una forma más lírica y natural. Hay muchos tipos de conexiones, hilos entre la música y nosotros que, como personas y amigos, nos podemos comunicar el uno con el otro. El trabajo fluye y creo que es lo importante de haber estudiado formalmente música.
Rodrigo Barbosa. Foto: Ernesto Ramirez Camacho
Fuera de la educación formal, ¿qué otros elementos no técnicos valoran en su proceso creativo?
Lo contemplativo, lo esencial, lo cinemático, lo visual, las memorias. Como ser humano puedes percibir tu entorno, tu país, tu mundo, tu universo... esa energía, esa esencia que tiene la humanidad. Los indígenas de diferentes culturas tienen diversas formas de expresar esta conexión con el universo, religiosamente hablando, que van desde la agricultura.
No es que la música sea el futuro de la humanidad, pero sí es una representación de esa conexión, como la que tienen los indígenas con el Amazonas, por ejemplo... la manera en que perciben su entorno a través de sus tradiciones. La música también es una tradición, tiene una vibra, una esencia y un camino, como el amor y la universalidad. A mí me ayuda a entenderme a mí mismo, son emociones que tengo ahí.
La portada de Good, evil muestra un ave lanzando balas con su canto, ¿sería esto una manera de hacer referencia al poder que ustedes ven en la música?
Pues es el poder que vio el ilustrador en nuestra música. Con Christian, que fue quien diseñó la portada, trabajamos un poco la narrativa del disco. Él lo transformó en algo visual, una analogía.
¿Cómo perciben el diálogo entre público y músico?
Esa vibra, esa esencia de la que hablábamos, la percibimos en un concierto. No es tan objetiva, pero es muy directa. Todos trascendemos en ese momento de conexión, sea una o cuatro personas frente a ti, incluso cuando estás tú solo si tienes la oportunidad de estar en el bosque y puedes tomar un instrumento acústico. No lo puedo asegurar, pero los árboles perciben la música. A las personas todo nos conecta y lo que necesita el mundo es eso, que los seres humanos se conecten.
Hay mecanismos planeados para controlar a las masas, como las fronteras. Entonces, un tipo de organización diferente, como la música, puede hacernos conectar con algo muy esencial que no se trata de un contrato complicado, sino que es algo muy directo, es una energía con la que todo mundo se conecta. Va más allá del conocimiento intelectual.
Los Dorados en el Teatro Isauro Martínez. Foto: Ernesto Ramirez Camacho
Pasando a la organización que eran Los Dorados de Villa, ¿por qué decidieron honrar esta escolta personal de Villa con el nombre de la banda?
Ese nombre lo decidió Demián, pues todos nuestros amigos y familia somos de Torreón. El nombre se refiere al paisaje de la Revolución. Somos del norte, entonces si lo juntas todo: “Los Dorados, Vientos del Norte” (como el primer álbum), así nos visualizamos. Nos identificamos con nuestra región. Fuimos muy fans de ir a la Hacienda de la Loma, de escuchar canto cardenche, de nuestra cultura, de lo que está cerca, de donde nacimos, de aprender más de la historia real yendo a los museos y leyendo cualquier pequeño fragmento que evoque esa época, que la muestre de una manera más clara para entender a esos guerrilleros a los que no les importaba ir al frente. Es como lanzarte a La Quebrada, lo mismo pasa con la música y es lo que evocan Los Dorados: adelante y como el viento.
¿Cómo describirían su evolución musical desde su discografía? ¿qué avances ha habido de disco a disco?
Yo creo que cada vez somos más una banda, que es obvio, porque llevamos más tiempo, pero me refiero a que somos cada vez más una familia porque Los Dorados, como otras bandas chingonas, vamos evolucionando. Llevamos más de 15 años juntos, aunque hay veces que alguien no puede estar.
En la discografía es clara la evolución, cada vez la música se transforma en algo más particular. De alguna manera encontramos un hilo conductor entre todos cuando decidimos tocar, y podemos contar esa historia que queremos porque nos conocemos. Con los discos lo que pasa es que las personalidades se van involucrando, nunca se vive lo mismo, siempre se conoce más a la familia y a uno mismo. La música cuenta eso. En vez del cobre sacamos el oro; es algo que brilla, tiene ese rayo de luz.
Cada uno de ustedes tiene proyectos personales, ¿cómo coordinan sus tiempos para dedicarse a la música de Los Dorados? ¿Qué problemas han enfrentado para mantenerse juntos?
Es complicado. La última vez que tocamos antes de ayer, que fue nuestro primer toquín de esta gira, fue hace tres años. Esto es un reencuentro donde el trabajo personal de cada quien se está reflejando. Antes éramos una banda de amigos que nos juntábamos para tocar, ahora somos una banda de amigos que se junta también para tocar, pero para la gente y para grabar discos. Cada quien va estando más ocupado en su vida, produciendo música para series, para otras bandas, para cuartetos de cuerdas, para orquesta. En realidad lo que nos quita tiempo es el trabajo que uno hace para sobrevivir porque la música independiente no llega a tantos lugares, no es tan mediática. No hay forma de controlar cuándo nos veremos, pero cuando se puede, se puede.
Good/Evil. Foto: Cortesía Los Dorados/Facebook
¿Tienen planeado algún próximo álbum?
Sí, justo ahorita estoy en el estudio de los Molotov en Coyoacán, en Ciudad de México. Ayer empezamos a grabar el disco y ahora Demián está grabando las guitarras de una rola mía. Antes nos juntábamos para crear las rolas y ensayarlas, pero ahora es en el estudio. Es una de las formas en que lidiamos contra el tiempo. El estudio es como la cámara que capta la foto de lo que tocamos, todo queda registrado. Está a nuestro favor porque en vez de que, por ejemplo, yo esté explicándoles una rola, cada quien va grabando su aportación directamente. Estamos divirtiéndonos, pero trabajando seriamente.
¿Qué sonidos nuevos vislumbran para este nuevo material discográfico?
Hay clarinetes, hay contrabajos frotados con arco, hay guitarras eléctricas con multiefectos. Es una cantidad de juguetes súper amplia: baterías vintage, percusiones latinas, tornamesas, secuencias, percusión electrónica. Incluso metemos sonidos cinematográficos.
¿Con esto quieres decir que utilizan elementos sonoros que no vienen propiamente de un instrumento?
Todo es un instrumento. Lo que pasa es que todo genera armónicos y eso es lo que los convierte en instrumentos, así que en realidad sí, son texturas y colores que se van agregando a la línea desde un sintetizador. Hay unos que son sólo para un sonido, pero lo puedes manipular con osciladores. O sea que creas un timbre, con eso creas una mezcla de sonidos y se vuelve un poli-instrumento. Tienes ahí una paleta de color con la que puedes darle el carácter que pida la rola porque, más allá de decir “¿qué instrumento voy a tocar?”, una rola te pide una cosa y otra te pide algo distinto.
¿Qué es lo más valioso que, como agrupación, han aprendido en esta trayectoria de 15 años?
A respetarnos. Al tiempo que respetas un colega, respetas la vida, respetas el proyecto y crecemos juntos. Entiendes las virtudes y defectos personales y de los demás. No podría hablarte en términos de la vida, porque la vida no es perfecta y es lo que es. Creo que te hace mejor persona tener una banda con la que puedas seguir haciendo música.
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